Camila es
periodista, se graduó hace bastante poco en una universidad privada de un estado
central del país (Venezuela), trabaja en un diario de circulación regional, típico,
de esos que pagan sueldo mínimo más guardias y cesta tickets, sin ningún beneficio
más allá de los mínimos que otorga la ley, como a cualquier novato, a Camila le
dan las pautas que nadie quiere pues son algo espinosas, sobre todo las de
política, seguro uno se pregunta dónde están los veteranos que usualmente se
ocupan de las cosas espinosas, a esos los despidieron de manera gradual para
eliminar cualquier rastro de opinión política en la empresa, no es que se prohíba
la opinión, es que si no es favorable a la gestión gubernamental pues no la
quieren cerca.
La pobre
muchacha está enamorada de su carrera, agradece eso de escribir a diario el
acontecer local, sin embargo le incomoda un poco la actitud del jefe de
redacción, el tipo se la vive cambiándole los textos sin preguntar, eliminando párrafos
enteros sin tan siquiera anunciarlo, es más el carajo ya parece un censor y
tiene tal actitud que hace muy complicado comentarle o reclamarle, ya la joven
ha visto como despidieron a varios compañeros por reclamar los que hacen con
sus textos, allá se cuida bien de hacerlo pues en su casa hace falta el ingreso
y eso de dejar perder el primer empleo es complicado pues piensa que volver a
encontrar otro dependerá de las referencias del presente y la verdad es que en
ese estado apenas hay cinco periódicos, cosa difícil esa del empleo para los
periodistas.
Aparte de la
censura silenciosa, la del editor, también está la del ambiente laboral, nadie
se atreve a comentar nada en voz alta, las cosas malas que hace el gobierno son
mal vistas por esos lados, es más cuando nombras el tema los compañeros se
paran y se retiran no vaya a ser que te oiga alguien y le metan el chisme al
jefe. Como teóricamente están en democracia, aun reciben a los voceros de la
oposición, a la comunidad que anda incomoda pero de cada seis pautas que
involucran reclamos al gobierno publican solo tres si acaso, a menos que la
cosa sea muy álgida y le vayan a dar un “tubazo” al diario, lo que lo obliga a
publicar, eso sí con bastante mesura y sin nada de grandes titulares, ya
sabemos, la oposición no es muy querida por allá.
Maryurí es
compañera de trabajo de Camila, ella es egresada de una de las llamadas
misiones, la verdad no es muy agradable a los ojos de los compañeros pues siempre
está a la defensiva, al parecer piensa que todos se burlan de ella por su
procedencia y el jefe de redacción la trata con mano de seda pues resulta que a
joven es familia o amiga de un miembro muy importante del gobierno local, esa
muchacha todos los días le encomiendan la mayoría de las pautas que incluyen
los actos oficiales pues su filiación política y los amigos en el gobierno le
abren puertas que a otros novatos le cierran en la cara, a su favor tiene que
de verdad es trabajadora, pareciera no tener vida más allá de la redacción,
siempre está disponible, hace más guardias que la mayoría de los compañeros y
está dispuesta incluso a moverse a otra ciudad siempre y cuando la lleven, no
importa que no le den viáticos, ella piensa que está trabajando en pos del
avance de la revolución y con eso le basta. No habla mucho con mucha gente pues
tilda a los compañeros de sifrinos, tiene una suerte de inmunidad pues sus
opiniones nunca van en contra de la línea oficial, lo que tranquiliza bastante
a los dueños y el darle ese empleo resulta un buen lobby políticos para la
junta directiva y para la redacción misma.
Hoy en la mañana
me encontré a Camila en el chat, la verdad fue mi alumna y por uno de esos
misterios del universo tenemos amigos comunes y la acepté en contra de lo que
usualmente hago, la joven está casi siempre pidiendo consejos y aunque no soy
periodista he trabajado para varios medios, además de haber sido jefe de prensa
de algunas instituciones por la misma razón. Le pregunté qué había pasado con
el mitin de Capriles en Maracay, ese mismo que terminó a pedradas, disparos y lacrimógenas.
Me comentó que
estaba allí cubriendo esa noticia, que le tocó ayudar a varias señoras que no tenían
la agilidad para correr, además del susto la edad hace sus estragos. Me dice
que fueron varios motorizados con estampas no muy santas como corresponde a lo
que se les fue encomendado, que la policía estaba cerca y nunca se movieron, ni
aun cuando sonaron os disparos, es más , algunos hasta les hacía gracia la cosa
del desbarajuste que se armó, del lado opositor volaron piedras, del otro
balas, aunque ambos son proyectiles balas contra piedras no son muy justas las
vainas, al final todo llegó al final, la gente se fue, el candidato también,
hubo pocos heridos y me cuenta Camila que ella se esperó un rato y al volver a
su trabajo tuvo que pasar frente a la alcaldía donde por “casualidad” estaban
los motorizados en franca y amigable reunión con los policías y suponemos que
esperando alguna cosa, plata, felicitaciones, no sabemos pero sin ser
sospechosa pues ya lo podíamos imaginar, si da como bronca confirmar lo que
desde el estado se niega rotundamente.
Me escribía con
tanta vehemencia y una desacostumbrada extensión pues a la hora en que hablamos
casi nunca pasamos del saludo que tocó preguntar por qué razón no estaba
ocupada como de costumbre, ahí me dijo que la noche anterior había renunciado y
aprovechado la ocasión de gritarle sus cuatro vainas al editor y a una tal
Maryuri (de la que ya les hablé con anterioridad).
Según me cuenta
la muchacha, ella llegó a su trabajo luego del incidente y se le hizo algo
tarde, por lo cual decide quedarse a redactar la nota para que salera en la
mañana siguiente pues le parecía importante el acontecimiento, mientras eso
sucedía llegó la otra e hizo también o mismo, el problema comenzó cuando el
jefe de redacción comenzó a buscar información sobre lo acontecido y ambas
expresaron sus emociones por lo vivido, resulta que mientras Camila estaba en
la concentración, Maryuri estaba en la alcaldía desde donde monitoreo la
cuestión.
Camila andaba
frustrada, molesta y preocupada pues en la concentración estaban su tía y su
madre, ambas señoras mayores que sufrieron el susto de las balas y los embates
de las lacrimógenas, no sufrieron daño pero si el susto es suficiente para que
cualquiera se moleste pues dos señoras mayores que solo ejercían su derecho
fueron maltratadas por unos malandros cualquiera, segura también hubo muchas
más señoras y señores mayores lastimados y asustados, además quien sabe cuántos
niños, total la concentración fue realizada en una zona residencial y a tres cuadras
de la alcaldía, lo que hacía parecer al sitio un espacio relativamente seguro.
Camila dejó fluir su molestia en voz alta, a veces la adrenalina logra que la
prudencia se olvide.
Mientras ella decía
en voz alta lo que había pasado irrumpe la otra defendiendo a su facción
política, diciendo que los opositores son unos llorones, que allí no pasó nada
pero que por cagones salieron en estampida pues la revolución manda y el espíritu
del comandante eterno causa ese efecto en quienes lo siguen, hasta allí llegó
la paciencia de Camila que acto seguido la insultó de maneras típicamente Venezolanas,
el asunto termino en gritos y amenazas para la joven opositora pues la otra
conocedora de su inmunidad se aprovechó de la situación.
Tal alboroto
causó que el jefe de redacción saliera de su oficina y al ver a las dos mujeres
peleándose se metió en la pelea mandándolas a callar a ambas y de paso
despidiendo en el acto a Camila sin saber muy bien la razón pero entre las
buenas relaciones con el partido y despedir a una novata pues la novata pierde.
Camila me
comentó que aprovecho, una vez despedida ya no tenía que seguir fingiendo que
el tipo le agradaba y también lo insultó, tanto así que seguridad la escoltó
hasta la puerta del periódico, mientras
chateabamos me dijo que su mamá había ido con una autorización por escrito a
retirarla liquidación y lo que el diario le adeudaba, que ya no se iba a calar
más nada y que el sábado se iba a Caracas a la marcha, ya aparecerá otro empleo
y verán pero que nunca más se iba a aguantar nada por un empleo, así fue la
historia de cómo muchos periodistas viven el día a día en sus empleos, ojalá
todos terminaran como Camila, no desempleados pero si abriendo los ojos ante la
injusticia de la censura soterrada y la mentira continuada.
José Ramón
Briceño, 2013
@jbdiwancomeback