He
vuelto después de unos días alejado por motivos económicos, no había podido
pagar el servicio, ayer publiqué algo que tenía escrito desde hace un tiempo,
pero en vista de que estaba todavía vigente lo publiqué, a pesar de que ando medio
caótico sin tiempo para escribir como quisiera, entre una tesis que medio toma
cuerpo, un cuento que promete pero que aún no termina, la espera de un empleo
prometido, un proyecto naciente con todos los escoyos naturales de emprender en
este país, además sin medio más que para lo esencialmente necesario, todavía
quiero seguir gritando desde mi esquina.
Hoy
he estado pensando todo el día sobre esta fecha, recuerdo que esa mañana salí a
trabajar, bueno, a un empleo de esos que prometía villas y castillas pero al
final era para vender unos cursos de inglés invendibles, algo así como Herbalife
pero sin gordos desesperados por adelgazar, así que la cosa rozaba la estafa
para todos, esa mañana era muy rara, no se sabía nada en Maracay, de repente
alguien en la oficina adonde estaba pidió que nos fuéramos como pudiéramos,
había un golpe de estado, todos salimos despavoridos, las mujeres neuróticas y
los hombres pues nos hacíamos los valientes, cuando menos yo estaba chorreado,
me imaginaba todo lo que hoy está sucediendo pero que así, de sopetón era espantosa
la cosa, ustedes saben, tenía como 17 años, leía con avidez cuanta cosa se me
cruzara es más, mucha novela negra, de
esa de espías, donde los malos invariablemente eran los comunistas, a pesar de
haber caído el muro de Berlín estoy seguro que las editoriales repartieron esos
libros en Latinoamérica para deshacerse de ellos y entretener jóvenes ociosos.
Me
fui en un autobús y al pasar por el centro comercial más cercano, vi en la
panadería a uno de mis grandes amigos, compañero de farras y aparte hijo de un
militar, era una buena fuente de información, me bajé del bus y le pregunté, me
dijo que había un “peo” en Caracas, que su viejo había salido de madrugada con
uniforme de campaña, acompañado por un par de soldados que vinieron a
recogerlo, su mamá estaba tranquila gracias a los abrazos amorosos del príncipe
Valium y los hermanos tenían instrucciones de no despertarla para que la pobre
mujer no se angustiase, igual se despertó y practica como casi todas las
venezolanas se fue al mercado a comprar “por si las moscas” al salir la señora
con dos bolsas, mientras mi amigo y yo hablábamos tonterías y especulaciones,
un malandro pasó corriendo y le arrebató las bolsas a la señora, mi amigo fue
en busca del hampón que pagó su osadía con tres dientes y una costilla cortesía
del hijo ofendido y asustado, es que practicaba un arte marcial, se lució, es
verdad pero lo que me impactó fue que alguien robase comida, que raro era en
aquel tiempo pensar en eso.
Me
fui a mi casa y la cosa no pintaba bien, mi abuela lloraba por teléfono pues
tenía un par de sobrinos y un nuero militares, estaban en buenos cargos,
estaban detenidos por los insurgentes, mientras eso pasaba vimos en tecnicolor
a unos aviones pasar tan bajo que casi se veían los pilotos , sonaron balas,
morteros, ráfagas de metralla, supimos que estaban bombardeando base
Libertador, más tarde, vimos desde los techos un singular duelo entre helicópteros,
aviones Broncos, todo en silencio, solo se oían los motores, más tarde las
patrullas militares, toque de queda y excusas para beber encerrados en casa de
alguno de los amigotes.
Al
final del día, los medios estaban en un orgasmo noticioso, se volvieron
estrellas mediáticas y lo vi por primera vez, flaco, con cara de susto, en los
diez segundos más trágicos para mi nación , como hoy día podemos constatarlo,
salieron fotos, cifras, muertos a granel, otros “valientes” desertaron en un
avión robado hasta otro país, los que se quedaron incluido el menos valiente, el
impulsor, ejecutor y miedosos cabecilla, ese que se refugió en el museo militar
y solicitó a los alzados entregarse mientras el mismo negociaba su miedo a la
bala que tenía su nombre, muchos uniformados se quedaron con el ánimo de
descerrajar su pistola y su rabia e la nuca del hoy occiso, los medios (otra
vez) aprovecharon la coyuntura política, los candidatos perdieron la compostura
y uno en especial, viejo como el tiempo y espero que ya senil, lo usó como
bandera dándole un indulto inmerecido, tanto así que se murió y el legado se ve
en lo que ha desaparecido de mi país, los anaqueles vacíos, las colas,
inflación, hampa desatada, muerte a granel, robos de cuello blanco, políticos
más parecidos a los adecos que decían odiar, mordazas mediáticas por doquier,
sin futuro y con un presente realmente deprimente.
Hoy
lo único que podemos celebrar es que no ha salido nuestro numero en la macabra
ruleta de la muerte, esa que te tiene un puesto, solo toca esperar que jamás
nos encuentre, porque la tal revolución, de esa no hay nada que celebrar,
cuando menos para la gente inteligente, que sueña un país decente, con una
esperanza de vida mejor, ahora quienes celebran y se alegran, pues ya sabemos
de su estado mental, este 4 de febrero solo podemos celebrar estar vivos aunque
pasando trabajo, espero que el año que viene hayan otras cosas que celebrar,
sobre todo que desaparezca la posibilidad de que el estado celebre la muerte,
el bandidaje y la violencia, con uniforme, cadena y gritos.
@jbdiwancomeback
José Ramón Briceño , 2014