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miércoles, marzo 29, 2017

El anís y la mojigatería criolla


Hace poco volví al país luego del fallido intento de emigración que suspendí por motivos de salud, los detalles los estoy escribiendo en un texto que espero termine en libro, además claro de la genuina aspiración de conseguir que alguna editorial seria lo publique y genere alguna compensación en dólares o euros preferiblemente, en vista de eso no hare ningún comentario por esta vía sobre la experiencia, lo que si hablaré es de una cosa que me tiene espantado y que en este periplo por toda Suramérica nunca vi que ni leí en periódico alguno que se replicase ese fenómeno en ninguna otra parte.

La primera noticia de eso tan espantoso lo encontré como meme en Facebook e Instagram, como sé que acá hacen bromas hasta con cosas macabras no le hice mucho caso, sin embargo en la primera oportunidad que tuve le pregunté a una colega docente que si ejerce en educación básica (no sufre de la misma alergia a los adolescentes que sufro) si era verdad lo que había visto como broma, ella me afirmó que si, que en realidad había escuchado de parte de sus alumnos sobre fiestas donde todos consumían eso y lo comentaban como la gran cosa. Como de los comentarios uno no debe fiarse mucho pues los jóvenes inventan muchas tonterías para hacerse los interesantes seguí buscando información a través de los hijos de mis amigos, su respuesta me dejó frio.

Cuando yo era adolescente no fui lo que se dice un joven modelo pues había descubirrto que me gustaba el alcohol y abusé de él en todas las formas que se me ocurrieron, por fortuna me encontré una novia que me rescató del seguro destino de alcohólico conocido cuyas bases me había labrado muy a gusto, aunque mi abuela no le gustase mucho el asunto, pero hasta ahí. La noticia horrorosa no es que aun los jóvenes sigan tomando el espantoso anís, es que ahora lo combinan con jarabe para la tos, específicamente un opiáceo que solo ya causa dependencia, mezclado con alcohol es la antesala del infierno, en el transcurso de mi vida he conocido varios personajes cuyos demonios son gobernados por el “inocente” jarabe para la tos, hasta hoy consideré eso como casos aislados, sin embargo la realidad me ha dado de frente en la nariz para mostrarme que siempre puede haber algo peor.

Quiero pensar que ese invento relativamente novedoso de mezclar alcohol con jarabes es una moda pasajera (se dé casos donde además le suman antialérgicos o antigripales para reforzar el efecto), eso destroza el hígado más rápido que años de bebida consecuente , así que estamos en presencia de un fenómeno pronto a matar a más de uno a una edad en la que si acaso debería emborracharse hasta tener la resaca de su vida que le enseñe a no volver a abusar, si acaso a fumar algo de marihuana como forma de “colocarse”, total esa adición se ha demostrado que no es física si no mental así que en el peor de los casos sería mejor, cuando menos previenen el cáncer que es otro flagelo humano.

Quizás la alternativa de gastar diez mil bolívares (toda una fortuna para el liceísta promedio) entre seis y sumarle otro poco por el jarabe para tener la certeza de emborracharse con poco licor sin contar la posibilidad de que la “alegría” contagie algunas niñas bonitas para liberar el yugo hormonal que tantos estragos hace en las duchas solitarias de los quinceañeros , hasta ahí todo normal, el problema está en el enganche que los dejará inútiles en poco tiempo, si ellos se mueren al final no pasa nada, a diario matan a muchos venezolanos sin que parezca que la cosa cambia mucho, el asunto es de salud publica. Digamos que Juanito , perencejito, fulanito y menganito se escapan un viernes en la mañana , se van a casa de luisita que junto a la menganejita, la menolcita, la yurkelvis y la maygalet también han desertado esa mañana mientras sus padres andan laborando (en el mejor de los casos) arman la fiesta, todos entre 13 y 16 años, sacan la respectiva botella con su jarabe incluido más la ración de pastillas, se prende la fiesta que termina en las habitaciones y camas de la casa, nueve meses después hay cuatro niños de niños que son criados por los ya atribulados abuelos, sus padres terminan de cuatreros para poder mantener al bebé que cada día sale más costoso hasta que se cansan del asunto. En el escenario “optimo” las cuatro parejas suspenden los estudios para criar a los hijos pero esa suspensión los ata a un mal empleo de sueldo básico cuando no a la vida de cuatreros que por lo general hace que los niños que van creciendo se queden al garete repitiendo la historia, tendremos un crecimiento poblacional vegetativo precisamente del tipo de gente que ningún país necesita, si solo se murieran luego de mucho ingerir esa mezcla sería triste pero en todo caso no un drama, el cuento es si sobreviven.

Lo peor es que me imagino la reacción del ministerio de educación prohibiendo que los jóvenes tomen anís, haciendo campañas que nadie oirá sobre los peligros del alcohol mezclado con esas cosas, haciendo que los antigripales se compren con receta lo que encarecería más el asunto ya difícil de las medicinas, cuando al final (me parece) que resolverían más legalizando la inocua yerba (marihuana) que al final es menos dañina, estableciendo clínicas móviles de planificación familiar donde las jóvenes puedan obtener una inyección anticonceptiva que no evitará que fumen yerba pero sí que sigan haciendo niños sin padre, que en muchos casos terminan siendo los dilectos hijos de la patria a lomo de moto con pistola e historial delictivo incluido, acelerando la espiral de violencia que ya nos tiene acorralados, en diez años más será peor y créanme que siempre puede ser peor.

Creo que es hora de dejar la mojigatería boba que nos mantiene en este retraso abismal de pobreza mental, física y espiritual que no es si no alimento para los politicuchos de medio pelo que se aprovechan de la pendejada colectiva para llenarse los bolsillos mientras el país arde por los cuatro costados.
José Ramón Briceño, 2017
@jbdiwancomeback

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jueves, marzo 23, 2017

Tarde de perros

Tarde de Perros

Hace un par de años andaba de viaje, como me disgusta ser el típico turista de esos de selfi y pose frente a los lugares que se supone toca visitar para decir que se conoce una ciudad, en vez de irme a peregrinar con el autobús que hacía la ruta para los huéspedes del hotel , preferí salir a caminar armado con el Smartphone para consultar la muy eficiente herramienta del google earth. Así terminé en el malecón con la intención de ver el mar, sin embargo  lo que más llamaba la atención fue que justo ahí, al frente del mar había un convento  cuyo nombre estaba grabado en una mínima placa de bronce que anunciaba que ahí adentro vivían las “Hermanas de la caridad del santo cristo de las espinas sangrantes”, en seguida me imaginé el trabajo que pasan esas pobres mujeres encerradas con estos 43  grados a la sombra, peor aún, les tocaba aguantar el trafago de los vendedores callejeros que tenían tomado ese sector haciéndolo parecer un zoco marroquí pero con la exuberancia tropical típica de estas tierras caribeñas.

Los buhoneros no vendían nada que no hubiese visto, la verdad me parecen espantosos esos adornitos feos que llevan impreso el nombre del lugar con más animo que gusto, lástima que mi apreciación deje mal a tanta señora que regala de esos souvenirs a la gente que dejó  en casa, todavía me debato en pensar si es una burla hacia los que no podemos viajar con asiduidad, un gesto cariñoso para decir que se acordaron de ti o alguna venganza dirigida a afear las casa con decoraciones distintas que ellas lastiman regalándote el espantoso adorno para luego, al visitarte, preguntar con un dejo de contrariedad por cual razón no ve el cenicero que te trajo de la costa quedando uno como el malo de la película,  por tener la mala fe de no obedecer los designios de la bruja que te regala una cosa espantosa y utiliza el chantaje emocional para obligarte a ser desgraciado, eso no tiene perdón de dios.

Luego de pasados los puestos de cuanta cosa  de dudosa calidad vendían en esa plaza, a unos cincuenta metros, veo que hay muchos puestos de comidas  y bebidas que supongo son típicas  de la región,  era un punto de parada obligada, no se conoce bien una ciudad si no se hace una larga escala en cualquier bar de mediana calidad donde parroquianos y turistas junto a toda la fauna local se reúnen a tomar poco más que un par de copas antes de salir de fiesta.

Esa mañana,  por ser un día feriado, había empezado desde temprano la parranda. Como en todos los sitios de esa categoría donde existen enjambres con puestos de comida hay una barahunta de meseras, meseros y promotores que casi te obligan a entrar a su local para demostrar que ellos venden la mejor comida del lugar, donde por cierto todos  expenden lo mismo y en algunos casos hasta auxilian a los vecinos sirviendo comida de sus cocinas en restaurantes amigos, cosas de estas que suceden en el alocado mundo tropical. Como me parece muy molesto hacer  obligado a  cualquier cosa jamás tuve la intención de entrar en ningún local donde alguien sea san insistente, no importa cuán amables sean sus suplicas, así que di unas vueltas por el lugar y en alguna ocasión tuve que hablarle feo a una que otra señorita cuyo empeño por hacerme comer en su fonda se hacía excesivamente vehemente para mi escasa paciencia.

Cuando estaba por irme al hotel para beberme unas cuantas cervezas al abrigo del aire acondicionado descubrí un puesto de comida sin promotores ni música escandalosa pero si con bastantes comensales, lo que auguraba buena comida pues si no necesitaban ayuda para atraer turistas era no había engaño, me dirigí al sitio.

No hubo más opción que sentarme muy cerca de la barra pues todas las mesas estaban llenas así que sacrifiqué la comodidad de fumar ( al estar  tan cerca de donde trabajaba el personal) por no esperar que se liberase alguna mesa alejada donde pudiese ejercer mi tabaquismo sin ser molestado, pedí una cerveza helada y una picada mixta con la idea fija de no pararme de esa silla en todo el día y que la carne evitase que los vapores etílicos hicieran el efecto que sabemos sucede cuando los excesos entran en la vía, ese día tenía que ser de excesos para celebrar la vida. Dicho y hecho, me senté a las once de la mañana y a las nueve de la noche ya era amigo de todo el mundo, hasta canté un par de vallenatos con el conjunto local mientras abrazaba a una señora que por supuesto jamás supe ni su nombre ni en qué momento terminamos abrazados bailando como si fuésemos amigos de toda la vida, esto de andar de fiesta da sorpresas.

A las diez de la noche todos los parroquianos se fueron, resulta que ahí en esa bahía todo cerraba muy temprano por aquello de la época del año, al ver que me quedaba solo (no se en donde se metió la señora de los abrazos) pero todavía me sobraba alegría decidí pedir un tazón de sopa para ahuyentar la borrachera, la mesera sugirió hablar con doña Lucia , la dueña, quien de paso funge de jefe de cocina y estando  cerrada tocaba pedir un favor antes que ordenar como de costumbre, pagué la cuenta antes de pedir no fuesen a cerrar también la caja y originar otra incomodidad al personal.

La cocina estaba al fondo del local, sorprendía lo prolijo del lugar, asemejaba la cocina de un cuartel de la armada de tanto orden que imperaba, sorprende más aun cuando en el trópico preferimos jamás ver las cocinas de los restaurantes baratos para poder mantener la ilusión de los pequeños lujos, al llegar me paré en la entrada anunciando mi presencia con un leve carraspeo, una señora muy envarada pero de gesto dulce preguntó la razón de mi presencia en ese sitio,  expliqué que por haberme bebido muchas cervezas ahora quería una sopa que ayudase a llegar hasta el hotel con cierta dignidad, la dama se sonrió para enseguida decirme que me esperase en la mesa, que ella misma me serviría y que iba por la casa ya que me tocaba el fondo de la olla, que de todas maneras iban a desechar así que era mejor que me la comiese pues es un pecado terrible botar comida.

Volví a mi sitio donde le dije a la señorita lo que me habían dicho en la cocina, me dejaron solo, momento que aproveché para encender un cigarrillo mientras esperaba. Pasados unos minutos se apareció la señora de la cocina con un gran tazón con caldo de carne gorda que de entrada me asustó por ser la porción tan exagerada, ella traía también un plato más modesto de frijoles y dijo que si no me molestaba ella prefería cenar en compañía, desde que su esposo murió y sus hijos de fueron de casa a hacer su vida, ella estaba siempre sola.

Entendí eso como un gesto de amabilidad pues la señora tiene la edad como para ser mi mamá así que el coqueteo no es posible y si lo es prefiero no pensar en eso para no tener que ser maleducado. Al sentarse la dama a comer apagué el cigarro disculpándome por el atrevimiento a lo que la señora dijo que no había problema pues por casi cuarenta años vivió junto a un hombre que fumaba dos cajetillas diarias del mismo tabaco rubio que yo, así que el aroma antes que molestar levantaba recuerdos gratos.

Impresionaba el léxico de esa señora pues saltaba a la vista que debía ser una persona con cierto grado de instrucción, cosa extraña en aquel sitio donde lo más natural es que la gente supiese lo justo para cobrar y dar vueltos, la cultura no pasaba de las letras de moda o los ritmos folclóricos locales. Sin más le pregunté en cual universidad había estudiado pues su habla denotaba su cualidad de gente culta, ella se sonrió para decir que no había ido a ninguna universidad que había estudiado en el internado de novicias de la capital los diez años reglamentarios entre el bachillerato y los estudios superiores que la universidad pontificia por aquellos años (hacía más de cuarenta)dictaba por correo y era evaluada cada seis meses cuando un profesor iba al convento para hacer los exámenes de rigor, por efectos de mi vaporizado cerebro solté una carcajada acompañada de un sonoro “carajo, estoy borracho a altas horas de la noche mientras hablo con una monjita”, la risa cesó al ver el gesto de incomodidad de la señora, que si las miradas mataran desde aquel momento debía considerarme una estatua de sal.

Pasado el incidente y disculpándome sinceramente le tuve que pedir que por favor  contase su historia, ¿Cómo llega una monja a regentar un bar de playa? Eso no es posible, solo en la ficción podía pasar eso.

No respondió de inmediato, se hizo un silencio incomodo, que duró el mismo tiempo en que dio tres cucharadas a su plato de frijoles, tomó un sorbo de agua y profirió un profundo suspiro de resignación.

Señor, usted acá donde me ve tengo más de treinta años trabajando acá, empecé con un muchacho que me salvó la vida y que luego se convertiría en mi esposo con quien tuve seis hijos , todos varones, hoy profesionales con buenos empleos que costaron su buena cuota de sacrificios por parte de todos. Le voy a contar como y por qué terminé acá tan feliz en vez de haber sido la anciana monja que todos esperaban que fuese, fíjese que hasta perdí a mi familia ya que nunca entendieron que no era mi vocación eso de vivir bajo reglas ajenas solo por designio de una supuesta misión que más se parece a un castigo que a una vida plena.

Cuando era  niña mis padres murieron  en las montañas, quedaron atrapados en el fuego cruzado de una patrulla del ejército que se encontró de frente con unos bandidos. Me tocó irme a la capital donde la hermana mayor de mi madre con quien no mantenía ningún vínculo, como muchas señoras “piadosas” le pareció muy buen plan mandarme de interna y olvidarme ahí hasta que terminé la escuela, por aquellos años tenía temor de todo y sabía que al irme a la casa de mi tía la pasaría peor así que hablé con la madre superiora quien  recomendó tomar los hábitos ya que era la única manera de seguir viviendo allí, me hice novicia, a los tres años pasé a llamarme Sor Juana por la poetisa a quien le juraba devoción por lo intenso de sus poemas.

Pasé nueve años en una relativa calma, pero por alguna razón un día cualquiera llegó una carta del obispado exigiendo mi presencia en el convento que usted ha de haber visto al frente del malecón, cuando bajé del autobús una mañana de junio, esa maravillosa luz que no se ve en las montañas donde viví , la hermosura de aquel mar , la brisa, el ruido de la gente, todo el ambiente que pude ver (desde  la ventana del taxi que me trajo hasta las puertas de mi destino) comenzó a dolerme en la espalda, justo entre los omoplatos, era una situación por demás incomoda que no sabía que podía sufrir. Al entrar me recibieron y se me asignó la tarea de hacer las compras de víveres en el mercado local tres veces a la semana. Ese fue mi primer trabajo feliz pues permitía salir del claustro a disfrutar de aquel clima maravilloso, hablar con la gente, conocer todo eso que me había perdido por tanto tiempo y además protegida con el habito, aprovechando esa aura intocable de todos los religiosos, el dolor se había ido.

En una de esas salidas, un día que hacía mucho calor  uno de los verduleros mandó de regaló muchas frutas, sobre todo de esas que ustedes los venezolanos llaman patilla, por su peso tuve que pedir ayuda, el ayudante fue un agente de policía que casualmente andaba por ahí, así conocí al sargento Pérez quien tiene un sitial importante en el desenlace de esta historia que pronto te contaré.

En aquellos años yo era una mujer hermosa , con un cuerpo que los hábitos no podían ocultar, esa mañana mientras llevábamos las frutas hasta el convento no dejó de preguntar cosas, que como me llamaba, que cual era la razón para que una joven tan bella estuviese perdiéndose entre altares en vez de tener un esposo que la amase y le diera muchos hijos y así una sarta de cosas que en mi vida había escuchado pero que mis hormonas no recibieron con el leve cosquilleo en el estómago  o como tener mariposas ahí que según había escuchado una siente cuando un hombre se le insinúa, un mal presagio al que no le puse atención, cuando por fin llegamos  a la puerta me despedí correctamente sin mirarlo a los ojos no se fuese a dar cuenta de mi bochorno por las palabras que dijo , era la primera vez que un hombre me cortejaba, hasta que me mudé a aquel sitio no podía imaginar que alguien pudiese fijarse en una monja. La madre superiora me vio la cara y sospechó algo pues preguntó si en el camino había pasado algo excepcional a lo que le respondí  que no, que todo había sido normal, la única cosa para reportar fue que solicité ayuda para traer esta fruta tan pesada desde el mercado hasta acá.

Creo que de no haber sido la única de menos de setenta años en aquel claustro hasta esa mañana hubiese sido la encargada del mercado. Cada vez que salía a hacer las compras me encontraba al policía muy solicito siempre diciéndome cosas bonitas al oído, siempre atento a cualquier cosa que necesitase sin embargo lo más extraño fue que a partir del momento en que se hizo habitual su compañía los vendedores del mercado dejaron de ser amables y me atendían como a cualquier desconocida, ya no habían tazas de café, conversas, regalos para el convento ni ninguna otra cortesía de las que me había acostumbrado , todo el trato se veía forzado como obligado por alguna razón misteriosa, cosa  que me hacía sentir mal.

El convento tiene un par de jardines internos que atiende un señor bastante mayor, el hombre va dos veces por mes a podar los árboles, limpiar la tierra y cuidar unos rosales que las monjas tenemos vedados a no ser que toque regarlos, pero siempre de madrugada para no estropear las flores. Ese señor viene acompañado de su hijo, un muchacho de veintitantos años quien tiene un puesto en el mercado pero que para no dejar que su padre se agote en exceso lo ayuda un poco a fin de cuidarlo. Una mañana me tocó atenderlos , es decir llevarles agua fresca y café para la pausa de su trabajo, en ese instante el joven aprovechó para comentarme lo malo que era ser amigo del sargento Pérez, quien era de paso el hombre que controlaba el mercado cobrando una cifra fija a todos los vendedores por “cuidarlos” de los posibles ladrones así como es el azote de cuanta jovencita se encuentra por aquellos lares amparado en su doble condición de policía y sobrino del alcalde , un intocable que hace el mal disfrazado de la ley. El joven aseguró que se había animado a decirme eso porque el sábado pasado en el bar de Nicanor , luego de muchas cervezas entre sus amigotes de igual calaña el policía había dicho que en lo que se descuidase se cogía a la monjita rica que recién había llegado al convento, que sus días de celibato acababan ahí, todos celebraron la gracia menos el joven que también compartía cervezas unas mesas más allá.

Me quedé de piedra, temblando de miedo pues al parecer no tenía escapatoria, si le contaba a la madre superiora enseguida me quitarían el privilegio de salir y estaba segura de que eso me mataría, escapar me daba pánico porque no conocía nada de la vida allá afuera y lo poco que me habían contado era terrible, además no tenía un céntimo para asegurar la comida ni había aprendido a trabajar pues mi vida la dediqué a rezar y a servir lo que me ordenasen, así que no quedaba de otra , tocaba seguir haciendo como si nada evitando al policía tanto como fuera posible hasta que encontrase una solución.

El joven que acompañaba al jardinero siguió yendo al convento cada dos semanas y yo seguí llevándoles agua y café para enterarme que sucedía allá afuera, en una de esas ocasiones me comentó de modo muy confidencial que se gestaba una revuelta en el mercado pues el sargento había subido las cuotas a los vendedores y las ganancias habían mermado, se decía que el tipo había hecho negocios con una gran cadena de hoteles que pretendía instalarse en el pueblo y a quienes les molestaban los buhoneros pues los turistas alemanes no gustan del desorden natural de aquellos, en su lugar se decía que instalarían unos kioscos de acero inoxidable cuyo costo estaba muy por encima de las capacidades de los mercaderes, eso de seguro dejaría en la calle a muchos. Ese joven seria el líder de aquella resistencia en contra de la autoridad de aquel policía y su banda de forajidos armados.
Todos esos sucesos me tenían en ascuas, entre el policía que acechaba a la puerta del convento y con cualquier excusa me acompañaba a hacer las compras, a quien tuve que devolverle varios regalos bajo la muy válida excusa de que la orden me expulsaría si llegasen a sospechar mi relación con algún hombre, las malas caras de todos los que hasta no hace mucho me trataban muy bien pero que ahora gracias a la compañía del policía todo eran saludos forzados y malos tratos disimulados que sumado a la información de que por las noches habían arrestos, golpes e intimidación por parte de mi acompañante forzado por las circunstancias y su banda de matones hicieron que perdiese algunos kilos, la angustia no paraba pues sabía que allá afuera se estaba gestando una tragedia y no tenía a quien contarla sin que estallase un problema más grande , lo más seguro era que si se lo contaba a la superiora ella a su vez lo conversaría con el alcalde quien inmediatamente ordenaría más represalias contra la gente del mercado.

Un jueves me descubrí llorando de angustia en el baño porque el jardinero vino solo, el muchacho no lo acompañaba y ya me había encariñado con él, creo que me estaba enamorando pues su cara no salía de mis pensamientos, esperaba cada jueves para servirle su café amargo y tener esa conversación que iluminaba el día entre tanta tribulación. Comenzaron mis noches de insomnio en las que me debatía entre escapar a buscar al hombre de quien me había enamorado de manera infantil, solicitar un traslado alegando cualquier razón o contarle todo a mi superiora y dejar en manos de ella lo que sucediese, así pasé una semana, cada vez que iba al mercado peguntaba por el hijo del jardinero pero nadie me daba señales de él, estuve a punto de preguntarle al policía por el muchacho pero creí que sería peor pues un hombre celoso y poderoso comete cualquier estupidez, lo que me imaginaba seria la peor cosa que me podría suceder, la muerte de aquel muchacho me mataría en vida.

Una mañana de miércoles, cuando ya tenía una semana sin dormir, decidí que tenía que irme de ahí, al final el convento no era mi vida. Bajé muy temprano hasta la capilla y le pedí perdón a dios por lo que iba a hacer, le expliqué mis razones, mientras oraba lloré por el miedo a lo desconocido pero la calma del corazón me avisó que allá arriba comprendían mis razones así que volví a la celda donde dormía, tomé en un bolso las tres cosas personales que tenía incluyendo los documentos de identidad , escribí una nota de despedida explicando mis razones de la huida, pasé por la habitación donde estaba la ropa donada para los pobres donde me apropie de algunos vestidos para poder pasar desapercibida adonde fuera que terminase  y salí por una puerta de servicio, aún era muy temprano para que las otras hermanas anduviesen por el convento, lo que dio la oportunidad de escapar sin problemas.

Aún estaba oscuro por lo que vague un rato por la playa para ver el amanecer, me senté en el lado más alejado del bullicio que aparecería horas más tarde con la instalación de los puestos en el malecón, al salir el sol tanto azul me maravilló y sin pensar mucho me metí al mar por primera vez en mi vida, fue tanta la alegría de sentirme libre que el agua fría de la seis de la mañana no fue impedimento para una carcajada acompañada de lágrimas de felicidad, chapotee un rato en la orilla hasta que el frio me obligó a salir y buscar un sitio donde ponerme ropa seca. Como en el trópico todo cambia en fracciones de segundo en alguna parte de aquel inmenso cielo un rayo resonó como aviso de una tormenta atípica ya que no había nubes que anunciaran tormenta, un instante después las olas mansas de diez minutos atrás  se transformaron en moles de agua inmensas que hacían un ruido atronador, salí de ahí lo más rápido posible a buscar refugio entre los matorrales donde dejé abandonado el hábito, de la vida que acababa de abandonar solo me quedé con un crucifijo de madera que llevaba escondido bajo el vestido.

 Solté mi cabello que  llegaba casi a la cintura, ya no era Sor Juana, había vuelo a ser Lucía del Carmen Sotomayor Parada, nombre que había dejado atrás hace tantos años y que ahora  perdido el miedo  recuperaba para ser una nueva mujer. Me encaminé hacia el malecón con la esperanza de encontrarme con el hijo del jardinero pues estaba segura de que ayudaría en este trance.

El  estruendo de la tormenta tropical no dejaba escuchar ni siquiera los pensamientos por lo que me dispuse a caminar al mercado, como a cincuenta metros vi una escena muy extraña, los puestos no habían sido instalados pero la plaza estaba llena de gente que se supone gritaba consignas, a lo lejos se veían llegar patrullas de la policía que de seguro llevaban los agentes antimotines pues todo tenía estampa de que habría una batalla campal, corrí hasta el sitio donde en efecto habían muchos hombres y mujeres de todas edades en pie de lucha, todos gritaban lo más fuerte que podían y algunos hasta empuñaban palos como armas ante la eventual pelea con la policía, todo era porque
detuvieron a media noche al vocero de la junta de propietarios del mercado por denunciar ante un periódico nacional los abusos comandados por el sargento Pérez y su supuesta (evidente) protección por parte del alcalde.

Esa fue la noticia del día en todo el país aquella mañana, mientras se gestaba esa protesta ya en la capital habían girado instrucciones para intervenir aquella alcaldía, no es posible que en año electoral se permitiesen abusos de esa clase por parte de funcionario alguno por muy compadre del presidente que este fuese, así que con el mayor secreto del mundo se despacharon cien soldados, dos generales, cuatro capitanes seis tenientes y veinte sargentos para escoltar al que en adelante seria el alcalde suplente hasta las nuevas elecciones, pero todavía faltaban cuatro horas de viaje para que llegasen al pueblo, mientras los salvadores aún estaba lejos, buhoneros y policías se alistaban para enfrentarse sin cuartel.

Corrí con todas mis fuerzas hasta la aglomeración, nadie me reconoció sin el hábito, el “disfraz” había sido perfecto, fui de parroquiano en parroquiano preguntando por el hijo del jardinero , supe ahí que se llamaba Adrián Vallejo quien como ya me había contado tiempo atrás, era el líder de la revuelta. Lo encontré dando instrucciones a otros jóvenes para proteger a los viejos, estaba repartiendo listones de madera con los bordes limados  que deben las veces de garrotes y así defenderse de las peinillas de la policía, gritaba que la prioridad era proteger niños, ancianos y mujeres. El estrepito del mar enfurecido no dejaba escuchar nada, todo era un caso de gritos y  sirenas con la furia oceánica como ruido de fondo.

Cuando por fin alcancé a Adrián tuve que tomarlo del brazo y empujarlo para que se diera cuenta que lo estaba llamando, no me reconoció hasta que le grité al oído quien era, él abrió mucho los ojos y me indicó que no me despegase de su compañía pues era muy peligroso estar allí, enseguida apareció un reportero de un diario nacional acompañado del respectivo fotógrafo, Adrián enseguida les pidió que se alejaran y me llevasen con ellos que podría ser interesante conversar conmigo, los gritos subieron de volumen cuando entre todo ese ruido resonaron veinte disparos al mismo tiempo y una voz aumentada por megáfono pedía a la concurrencia retirarse en un plazo no mayor de diez minutos , de otra manera se verían en la necesidad de actuar en consecuencia, la verdad nunca había sentido tanto terror, solo la presencia de Adrián me impedía desmayarme ahí mismo o algo peor como perder control de mis esfínteres por aquello del miedo.

Perdí de vista al periodista a quien divisé haciendo tomas con una cámara muy rara,  tiempo después de todo el jaleo me enteré que fuimos noticia global por el milagro del satélite y las recién popularizadas microondas y aquella cámara extraña resultó ser un nuevo tipo que ahora son tan comunes y si no pasó a la gloria con ese reportaje fue porque al otro lado del mundo, en una plaza de china otro reportero con la misma cámara hizo global la foto de un estudiante desarmado deteniendo un tanque de guerra que esta escaramuza tropical no tenía punto de comparación , sin embargo hizo historia local el modelo ahora lo recuerdo, era una Mavica y usaba disketes en vez de rollo   , esas imágenes se convirtieron en pruebas admitidas en los tribunales para asignar penas a los culpables de lo que sucedió aquel día de tormentas múltiples.

El megáfono en manos del policía cuya voz era muy parecida a la del sargento Pérez anunciaba que el tiempo se terminaba, del otro lado de la barricada las respuestas fueron desde insultos hasta señas obscenas pasando por acusaciones de traidores a los agentes del contingente pues al parecer muchos eran del mismo pueblo, estos se veían incomodos por la situación y algunos hasta se quitaron los uniformes para pasarse al lado de los que protestaban pues pesa más la sangre que un sueldo de policía , así el contingente de muchos guardias se redujo a unos cuantos que por no tener familia en el pueblo tampoco les importaba mucho su suerte, además si lograban terminar de una vez por todas con los buhoneros el sargento les había prometido sueldos extraordinarios pagados por el señor Abdul (así se llamaba el dueño de la cadena hotelera), pero por la defección de  los policías locales se volvieron apenas una veintena de hombres en total desventaja con los cientos de protestantes que ayudados por los policías desertores eran una fuerza considerable pues ya no eran aficionados a la violencia, ahora tenían profesionales entre sus filas, sin embargo los antimotines restantes estaban confiados en sus pistolas, macanas y escudos como armas suficientes para acallar a la chusma pueblerina sin tomar mucho en cuenta ni los refuerzos ni la rabia de los protestantes.

Al acabarse el tiempo comenzó la pelea, fueron minutos que parecieron horas, en un primer momento los policías parecían ir ganando terreno repartiendo mandobles con sus bastones y protegiéndose con los escudos pero la turba de jóvenes comandados por Adrían los rodearon para ir acabando uno a uno con los barbaros quienes terminaron esposados en un rincón escupiendo sangre por la deshonra de verse sometidos por aquellos que consideraban inferiores, todos los policías estaban enmascarados para evitar ser reconocidos pero cuando comenzó la refriega una de las primeras cosas que hicieron los defensores fue quitarles las máscaras para mostrarlos al fotógrafo de prensa  presente quien por cierto ganó un importante premio internacional por el reportaje. El policía que daba las órdenes tenía una máscara espantosa que asemejaba una calavera , entre el griterío y los golpes él se había mantenido alejado de los defensores, razón por la cual seguía ladrando instrucciones que nadie acataba y disparando  su pistola al aire para evitar ser capturado, todos sabían que era el sargento Pérez que como buen malvado era cobarde.

Mientras eso sucedía había perdido de vista al periodista  , estaba escondida tras un banco de piedra protegiéndome de cualquier bala perdida, desde donde veía el tumulto a una distancia que pensaba era segura, en un momento me acurruque por temor a una bala,  ahí me encontró indefensa el policía quien ya venía con el uniforme roto debido a una escaramuza con quienes defendían la plaza, el uniformado con su máscara de calavera me levantó por el pelo para tomarme luego del cuello y poner su pistola en mi cabeza amenazando con disparar si no lo dejaban ir, fueron momentos tensos en los que simplemente me dediqué a rezar a todos los santos para pedir por mi vida, que sería una cosa horrible eso de escapar y morirme como pendeja en aquella tarde de perros donde la suerte quiso que fuese coprotagonista de un drama que no me pertenecía.

Uno de esos milagros de la tecnología, gracias a CNN las imágenes digitales tomadas  por el periodista  dieron la vuelta al mundo en segundos, llegando incluso a ojos del ministro de la defensa quien recibió un inmenso regaño por parte del presidente por permitir cosas como esas en pleno año electoral, a lo que el hombre respondió que había despachado un contingente de efectivos junto al reemplazo del alcalde pero que todavía faltaban un par de horas para que llegasen a lo que el presidente le soltó muchos insultos más y exigió el envío de tropas por vía aérea desde el cuartel más cercano y con  orden expresa de evitar que matasen a la señorita secuestrada por el policía y de ser posible matar al tipo si no había más salida, así todos serian héroes, lo que siempre suma votos.

 Inmediatamente el ministro llamó a un general quien a su vez gritó las ordenes a un capitán que enseguida reunió un equipo de soldados , abordaron tres helicópteros que en diez minutos debían arribar a la zona del conflicto y resolverlo de la mejor manera posible antes que sucediera algo peor, el comandante de la operación estaba al tanto de la situación pues vio en su oficina donde CNN era un canal fijo el reporte de lo que sucedía entre un tipo que estaba uniformado de sargento de la policía pero portaba una máscara de esqueleto mientras apuntaba un arma a la sien de una joven rodeado de muchos  hombres armados con palos.

Mientras iba en vuelo le pidió a los soldados que viesen el video grabado en VHS y que le dieron minutos antes de despegar, uno de los hombres dijo conocer el pueblo ya que era de ahí, reconoció enseguida a tres primos, dos hermanos y varios amigos de la infancia entre la turba que amenazaba al policía por lo que se le dio la orden de quitarse el uniforme, dejar las armas e infiltrarse entre la muchedumbre de conocidos para poner sobre aviso a la gente y así evitar tragedias mayores, todos saben que los soldados no piensan mucho para usar sus armas de reglamento.

Mientras en el aire eso sucedía, los hombres del gobierno que iban en camino recibieron órdenes de ir más aprisa y se les avisó del envío del contingente por vía aérea para que tomasen las medidas del caso al llegar.

Como podrá intuir  estaba aterrorizada sintiendo el frio cañón de la pistola y el aliento del sargento Pérez quien seguramente por asuntos de su oficio me reconoció al instante y no dejaba de decir cosas lascivas a mi oído pues estaba seguro que lo se iría libre, esa gente no dejaría morir a nadie y él no estaba listo para eso, mucho menos a palos como le aseguraban que sucedería si algo le pasaba a su rehén así que lo único que tenía que hacer era lograr tiempo para poder encontrar la manera de escapar de esa trampa, así pasaron varios minutos que parecían horas a todos los presentes.

 Mientras la tensión iba en aumento llegó un hombre con pantalón y botas militares pero con una franela, sin armas ni distintivos se identificó llamando a los primos, hermanos y amigos quienes enseguida lo abrazaron y le preguntaron que hacia ahí, se lo llevaron lejos de mi vista así que los que estábamos al frente no sabíamos muy bien que pasaba, menos yo que estaba aterrorizada en manos de aquel maniaco que juraba hacerme de todo cuando saliéramos de ahí , así podía saber que era tener un hombre de verdad en la cama, que me iba a partir en dos, cosa que no entendí pero que igual me dio pánico, me oriné del miedo a lo que el secuestrador me dio un rodillazo en las costillas aprovechando su mayor tamaño en contraste con mi pequeña estatura.

Mientras  lamentaba el dolor y asqueada además por la falda mojada de orines además sudada por el calor y el miedo, hubo un movimiento extraño, Adrián desapareció de mi vista para volver poco tiempo después acompañado por un militar vestido como Rambo quien a su vez venía acompañado por otros muchachos armados hasta los dientes  que apuntaron sus fusiles al sargento y exigieron su rendición inmediata para ser detenido por varios crímenes que enumeró leyendo un papel.

El secuestrador entró en pánico y gritó que me mataría si veía algún movimiento extraño, solicitó un helicóptero para escapar hasta Cuba donde sería bien recibido y que una vez a salvo me soltaría, el militar que leyó los cargos hizo un intento más por hacer que me liberasen y al volver a recibir la negativa del secuestrador levantó ambas manos en señal de cansancio.

Lo próximo que sentí fue un baño de algo viscoso y caliente, luego oí el disparo que le destrozó la frente al secuestrador, de lo demás no recuerdo nada , me desmayé para despertarme un día después en el hospital  rodeada de unos  policías quienes esperaban para que les diese una declaración, ya no era una persona anónima, entre la prensa y la policía se habían dado a la tarea de divulgar mi identidad junto a mi condición de monja fugada por lo que la salida del hospital fue más dura que lo esperado, no solo salía sin nada, también era odiada por haber dejado los hábitos sin el procedimiento, excomulgada de la iglesia católica por lo que mis títulos como especialista en derecho canónico estaban invalidados razón que me impediría ganarme la vida con mis conocimientos ya que ni como maestra de preescolar me contratarían, sin dinero para irme de este pueblo adonde nadie me conociera, en fin, todo un panorama desolador.

Del hospital me llevaron a tribunales, rendí declaración y al salir me senté en la acera a llorar mi situación, mientras sollozaba una viejecita muy amable se sentó a mi lado, dijo ser la madre de Adrián, el muchacho le había pedido que me buscase para ofrecer ayuda en todo lo posible, le conté mi historia y la señora lloró conmigo abrazadas en aquella acera donde la gente nos esquivaba pensando que éramos dos de los muchos deudos que tienen familiares presos pues estábamos al frente de la policía.

Cuando nos calmamos, me tomó de la mano y  dijo que la acompañase a su casa, ahí había una hamaca donde podría descansar , lo único que  podía ofrecer era un techo donde dormir y algo de comida pues eran muy pobres y ahora que su hijo estaba detenido por los hechos del malecón no tenían ayuda para llevar el pequeño negocio  del mercado.

Los  primeros meses en libertad fueron viviendo con aquella familia, acostumbrándome a otra rutina menos rígida pero no por eso más descansada, visitando a Adrian en la cárcel y soportando las malas lenguas que nunca faltan. Un año más tarde me casé con aquel joven cuando  salió de la cárcel quien además se convirtió en dirigente vecinal, algunos años después  fue alcalde con lo que mi pasado de monja se transformó por obra y gracia de los relacionistas públicos en una historia de amor que nos dio un aura más de héroes que de villanos apostatas, el obispo en persona tramitó la anulación de la excomunión por un edicto papal y al retirarnos compramos este restaurancito para vivir con cierta calma la vejez.

Así pase de ser monja de clausura a señora feliz y ahora viuda digna sin estrecheces pero sin riquezas, mis hijos se empeñan en que me mude con ellos a esos países donde dicen estar mejor que acá pero con visitarlos una vez al año me conformo, allá hace demasiado frio para mis ancianos huesos acostumbrados al calor y a la sal de mi playa querida, ya tengo todo listo para cuando muera, el testamento escrito y notariado así que cuando me toque ellos solo tendrán que venir a visitar la tumba donde estaré por siempre al lado del único hombre con quien estuve por  treinta años de mi vida.

La escuché como tenia años que no oía un cuento, como los niños cuando caen bajo el influjo de los relatos del abuelo en las noches sin electricidad, olvidé la borrachera y la sopa se  enfrió. Le dije que escribiría su historia algún día, no es cosa común escuchar un relato que parece ficción sin serlo, digno de una novela romántica. Ella  sonrió y  pidió que me dejara de bobadas que era una historia simple, que mejor me tomase la sopa antes que se terminase de enfriar. Obedecí a la anciana amable, me despedí pagando el importe de la sopa a pesar de las protestas para irme caminando al hotel y escribir a grandes rasgos la historia antes  que la olvidara, hoy he corregido aquel texto escrito a mano, es curioso como luego de una tarde de perros donde todo parecía perdido la vida encontró la forma de hacer feliz a Sor Juana, quien abandonó los hábitos, fue secuestrada, amenazada de muerte, vilipendiada en televisión nacional por haber abandonado su destino más no su fe, exiliada de su iglesia y recogida por la amabilidad de una familia que a fin de cuentas no tenía obligación alguna de hacerlo, no siempre las historias tienen final feliz, cuando los hay toca celebrar tal como lo estoy haciendo mientras termino estas líneas brindando por la vida con un buen trago.

José Ramón Briceño, 2017
@jbdiwancomeback












 





martes, marzo 14, 2017

En busca de un mundo perfecto (el verdadero capitulo 13)

13




En el sueño parecía estar en otra casa, era mucho más joven, en el,  vinieron a buscarme, aún era de madrugada y estaba oscuro, me decía una voz que me apurase pues el camino era largo y tocaba ir deprisa, que tomara mis armas (una espada sin filo que unido al mango tenía una suerte de maza hecha de un material transparente, el cual servía como arma también). Salimos a la oscuridad y cruzaba un rio también oscuro que corría en una cueva. De la nada salieron unos hombres con actitud muy violenta, en el forcejeo apuñale a uno sintiendo como el puñal atravesaba la carne y partía huesos, el otro al verse perdido gritaba que no lo dejasen pues no sabía nadar, yo a la misma vez lo alejaba y decía que si se ahogaba gran cosa no se perdía, y así se fue flotando sobre una maleta, resultaba que todos íbamos flotando sobre maletas rígidas, de las usadas por quienes viajan en avión.
La corriente de agua nos llevó a la orilla de donde salimos mojados (sentía que eran varios pero no vi ninguno) , allí encontramos una salida, en el grupo iba una joven con una espada, de esas que parecen de samurái, muy filosa y me decía que si alguna cosa pasaba que la podía utilizar , pues ella no sabía cómo usarla, que se la habían dado para defenderse pero temía  el utilizar tal arma, recuerdo haber tocado la espada, sacarla de su vaina y demostrarle a la dueña como de utilizaba la espada y la vaina como arma defensiva, aun no sabía por que viajaba o por que iba por ese camino, simplemente caminaba , era una ruta de montaña, con mucha gente alrededor, me preguntaba que hacia allí pero como nadie me hablaba, nunca decía en voz alta nada, simplemente me limitaba a caminar viendo hacia el frente. En un momento dado una voz hablaba de mi país y mostraba en una suerte de pantalla una imagen de una caída de agua con un pequeño rio al fondo, no sé por qué esa voz decía algo sobre la muerte de todos los peces y que esos eran muy especiales pues a pesar de ser agua dulce parecían peces del mar, yo corrí hasta un recodo a buscar un pez que había (pensaba) visto morir en el agua, lo saqué con las manos y vi que aun respiraba, inmediatamente lo lancé al agua y la corriente se lo llevaba rio abajo, pero decía que estaba atontado y que en algún momento volvería a nadar normalmente. Luego me fui de allí y seguí caminando.
En una encrucijada donde convergían varios caminos de montaña, cuyo tráfico era intenso, habían caballos, carretas, gente de a pie y hasta ganado, allí había una señora vendiendo café, esta señora resulto ser alguien conocido, cuando me escuche preguntarle que hacia allí, si ella también había muerto, me comentó muy sonreída que en ese mundo muertos y vivos se confundirán y hasta hablaban, en ese momento entendí que estaba caminando hacia mi último viaje, que estaba muerto en mi sueño.
Lo recuerdo con mucho detalle pues fue el primero de una serie de sueños raros, sobre todo porque a la víspera no había pasado nada diferente, no tenía resaca, no había peleado con mi hoy ex esposa, mi cena era de lo más ligera, total, todo entre los parámetros, claro, ya había comenzado mi trafago de dudas en torno a la cosa esta de la religión, creo que era una suerte de aviso para lo que se me venía encima.
Por esos días había entrado a la universidad una mujer, de mediana edad, muy bella, con porte y nombre inglés, se llama Jena Cockhold o algo similar, la verdad no dejaba de verla, su caminar casi felino hacía que, a pesar de su traje sastre, tipo maestra de internado inglés se le viera sexi, junto con su rubia cabellera siempre aprisionada en una larga cola de caballo o un moño muy señorial y apretado, al verla pasar casi que uno pensaba en pedirle que le diera a uno azotes por haber sido un niño malo, en fin, la verdad es que si me diera las nalgadas se las habría devuelto, eso de la violencia no me gusta pero la imaginación es una tramposa.
No era el único en eso, también estaba el doctor Prada, académico, con varios libros publicados, uno de los poquísimos expertos en semiótica del discurso en este país, el pobre sudaba cada vez que la mujer se le acercaba, a ella parecía gustarle la cosa pues se le insinuaba de maneras casi imperceptibles, roces con su cuerpo, sonrisas a media boca, besos de saludo nada fraternales, apretones indisimulados y así un largo etcétera a los que no me consta el pobre hombre haya podido escapar.
El caso es que luego de unos meses conseguí verla como una compañera más, no me volví a insinuar, ella lo agradeció haciéndose más cercana, casi una amiga, hasta que descubrió la religión evangélica de manos de un doctorante con el que comenzó a salir, terminó siendo fanática militante, de esas que nunca deja de dar sermones e incluye al final de sus frases, “alabado sea el señor” así esté hablando de su estreñimiento crónico o de la crisis económica, nuestra amistad llegó hasta una tarde en la que particularmente no andaba de humor y la “joven” me dijo , casi una orden, que orase por los caídos y que la sangre de cristo nos bañase a todos para lavarnos del peligro mortal de la política y el hampa, yo muy amablemente la mandé al carajo, le dije que jamás propondría una cosa tan poco higiénica como un baño de sangre por muy santa que fuera, ella entornó los ojos, bajó los brazos como derrotada, levantó la ceja izquierda y desde su mirada fría de ojos azules, me dijo muy seria, con toda la violencia contenida en su hablar bajo y pausado, que dios mediante me iba a ir al infierno por hereje, que hasta ese momento me consideraba tan siquiera conocido pues no podía soportar la herejía de mi pensamiento y mi constante burla solapada en mi hablar, alabado sea dios, me podía ir derechito a la misma mierda, me acusó con el jefe, este me llamó y me pidió mesura, que no le siguiera faltando el respeto, que por mi culpa había renunciado y me iba a tocar , en penitencia quedarme con sus clases por el resto del semestre, que no me angustiara por lo que ha dado de clases pues él me iba a dar todas las instrucciones necesarias, ella se iba para no volver.
 Me contaron, tiempo después que se había venido a Italia como misionera, ojalá no me la tropiece pues ahora menos que nunca estoy de humor, como voy de salida en pocos días tampoco me importará mucho incordiar a la fulana, acá  no tienen mucha paciencia con los fanáticos religiosos que no sean católicos, eso es bueno, lo malo es que seguro me hablará en español y nadie entenderá nada.
Caminando hacia San Pedro iba pensando, el hotel no estaba tan cerca pero la posibilidad de caminar para pensar ya era un hábito arraigado desde joven, desde que descubrí la posibilidad de hacerlo, me gustó la idea de ir masticando pensamientos por el trecho que me tocase caminar, en una época de gente que no lo hace más que por deporte, que se viste de manera específica, se gasta miles en envases de agua, franelas de última tecnología, aparatos portátiles para oír música fijados al brazo cuan brazalete político y eso sí, ha de ser muy caro para poder figurar entre los otros caminantes que necesitan estar a la moda, pavonearse entre iguales, imagino que para correrle a la vejez que está siempre a la vera esperando que te canses para tomar ventaja, en mi caso no me importa mucho, a veces salgo con mis audífonos solo para no oír las idioteces de la gente, la estridencia de la calle, las cornetas y hasta la música espantosa que escupen las cornetas de los autobuses que se creen discotecas andantes pero de mala muerte, solo faltan ahí las ficheras y la oscuridad, en cambio les sobran ladrones, carteristas, pedidores de todo, vendedores de cuanta cosa se puedan imaginar, lo peor, todos se parecen, todos dan miedo, entonces , entre otras cosas preferí caminar, un bolso con una gorra para el sol, un libro para las esperas y un bolígrafo por si las moscas, me armo para  salir a la calle mientras camino con mis pensamientos.
Acá en Roma, no hacen falta audífonos, esta gente es muy educada, no hay escándalos gratuitos, es más, toca caminar con cuidado no vaya a ser que uno pise un pedacito de historia por andar entretenido.
Miro a mi alrededor y veo historia, mientras eso pasa, no sé por qué, pero me acuerdo de un texto de Miguel Otero Silva donde contaba de un viejito oriental , de Güiria, quien aseguraba que Hitler realmente era el mesías pues sus métodos se parecían mucho a los de Jehová, matando al por mayor a los “infieles” , sin formula de juicio, en cambio Jesús no parecía ni prójimo de su supuesto padre pues predicaba el amor al prójimo, la aceptación antes que la tolerancia, la división entre el estado y la iglesia, recordemos aquello de “Lo que es del Cesar para el Cesar y los que es de Dios para Dios”, en cambio su padre ahogó a toda la tierra con un diluvio universal donde solo los elegidos se salvaron y ahora que lo pienso fue un grandísimo desastre incestuoso, pues solo fueron tres familias las que se salvaron, necesariamente tuvo que haber un desnalgue de primos, primas y quien quita si hasta de hermanos, después hablan de moral, que horror. Otra cosa, Jehová también hizo cenizas una población entera solamente porque había sobrepoblación de homosexuales, muestra total de un espíritu para nada amplio, que demuestra su intolerancia hacia las criaturas vivas, tal cual un Nazi común y silvestre.
Tonterías que uno piensa, veo la hora, faltan veinte para las tres de la tarde, a las cuatro debo encontrarme con mis amigos Venezolanos, ellos se fueron al exilio hace varios años, luego que en un asalto los golpearan para robarles hasta la cedula de identidad, comenzaron los preparativos, al año ya tenían casa y empleo fijo a una hora en avión de la capital de mi país, ahora son paisas de adopción, al parecer los ha tratado bien, no los he vuelto a ver desde que nos despedimos entre vapores de alcohol en una casa ajena, donde por hombría no lloramos pero la verdad nos ha quedado un huequito en el corazón, es que los amigos de tantos años terminan por ser hermanos por adopción, quedamos en vernos al pie del “David” de Miguel Ángel, cosa de no perdernos con explicaciones complicadas en tierra extraña, ellos no hablan Italiano, yo tampoco, acá el otro idioma es el latín pero no creo que a nadie le interese traducir “Cachicamus pro lapas laborum” que es lo único que se decir en ese idioma.
La última vez que hablamos vía skype me ofrecieron alojamiento en caso de que tuviese que emigrar por el gobierno que dejé allá en Venezuela, al final nunca me fui por mucho tiempo, de hecho, ahora que podría quedarme viviendo de lo que dan mis libros, que nadie sabe que tengo ese dinero, nadie me espera más que las víboras que fueron mis esposas alguna vez, a mis hijos no pienso dejarlos solos, loco y todo como la mayoría de la gente piensa, soy su padre, el único que les puede dar protección real, aparte del soporte económico para que tengan una adultez feliz, claro, nadie sabe lo del dinero.
Todos piensan que soy un profesor que gana menos que los vendedores ambulantes como mis colegas, sin embargo ya he dejado todo claro, un par de tipos me compran anualmente unos dólares por transferencia que se traducen en una buena cantidad, lo que me procura cierta holgura allá en mi hogar sin gastar mucho en realidad, gracias a los malos oficios de una política económica manejada por gorilas.
Mi hija mayor va para la universidad, ya veré que me invento para que estudie arquitectura acá en Italia, haga vida bohemia, sea una artista con privilegios ya que brillo mental le sobra, ojalá que la bruja lo permita y la niña no caiga en los juegos de manipulación de la señora, en fin, ya podemos hacerlo así tenga que confesarles que soy casi rico, según los parámetros Venezolanos lo soy, según el mundo entero no paso de ser una suerte de clase media acomodado, sin apuros pero sin lujos, ya veremos.


jueves, febrero 23, 2017

En busca de un mundo perfecto (Capitulo 13)

12




 Me soñaba con veinte años menos, cabello y apostura típica de veinteañero en forma. Estaba de parranda en Cuyagua, andaba con unos supuestos amigos y amigas, digo supuestos porque a nadie conocía, todos parecían salidos de un comercial de cervezas, claro, la chica que me había tocado en suerte era todo un sueño erótico y la cosa iba bien, como era costumbre en aquellos años me pasé de tragos, me puse a inventar cosas con la hermosísima flaca que me daba besos, nos fuimos a una caleta donde pues describir lo que hicimos no tiene sentido, mejor lo dejo a la imaginación. En ese sueño había quedado rendido entre los brazos de la chica, pero unos ruidos extraños me despertaron al filo de la madrugada.

A cien metros más o menos de donde estábamos (la chica y yo), había una especie de fiesta, nada raro a decir verdad, lo extraño es que en ese sueño era la madrugada de un lunes, por lo general pocos son los que andan de fiesta en este país esos días, me levanté, por curiosidad me acerque al sitio donde salían los ruidos, menos mal que en los sueños todo es posible pues de otra les juro que del susto me da un infarto, en la fiesta estaban algunos personajes históricos, fumando yerba,  tomando unas  cervezas que se adivinaban muy frías y hasta apetitosas, también tenían mesas llenas de manjares del mar, hasta una corte de bailarinas árabes haciendo la danza de los siete velos.

Cuando estuve más cerca, vi que estaban unos tipos con estampas estrafalarias, en mi sueño yo sabía quiénes eran pero juro nunca haber visto ninguna fotografía ni pintura a excepción de las de algunos personajes,  estaban Odín, Shiva, Vishnú, Baal, Mahoma, Zeus y otros cuyo nombre no recuerdo, felicitaban a un catire muy alto y peli largo, que usaba una gran barba rubia pero que extrañamente estaba vestido con una túnica larga y blanca, al parecer era Jesús,  la fiesta era para celebrar que por fin se deshizo de la angustia de los humanos y se dejó de la pendejera esa de sufrir por ellos, que debió haberlo hecho hace dos mil años, cuando nadie le creyó y lo crucificaron sin oír nada en su defensa, sin tan siquiera hacer un juicio justo ya que si el cargo era de herejía cuando menos debían tener al tal Lázaro como testigo estrella, eso de revivir gente al parecer no fue tomado en cuenta para establecer su calidad divina y zas, lo mataron como si de un zelota cualquiera se tratase, resulta que me descubrieron, a pesar de la resistencia de algunos de los presentes, otros hicieron coro para terminar  como testigo de excepción, allí no pude más que revivir mi borrachera entre los más extraños compañeros de farra, compartí un porro con Shiva y hasta abracé al barbudo, me harté de muchos manjares que no sabría describir pues mi pobreza jamás me ha permitido tales lujos, hasta que se me acercó el Dr. José Gregorio Hernández quien estaba como invitado local, él me recomendó que no siguiera con los excesos, pues a pesar de los amigotes celestiales igual me podía dar un infarto con tanto , al  amanecer se despidieron de mí y volví, más intoxicado que antes al lado de la amiga de esa noche.

De más está decir que me levanté apenas finalizado el sueño, era muy real, la verdad estaba en mi cama matrimonial de soltero, solo y todavía en Italia, a miles de kilómetros de mi casa, con cierta resaca por el abuso continuado de alcohol y pastillas para calmar la ansiedad, siguen los sueños místicos, debe ser el influjo de esta ciudad que ya no me quiere dejar quieto, veremos que se puede hacer para bajar el estrés, para terminar de sobrevivir.
Estoy en el tercer piso del hotel “Albergo del Senato” en Roma, muy cerca de la fontana di Trevi, claro, no es que al lado pero acá puedo caminar las quince cuadras sin mayor problema, siempre y cuando ande muy atento, no porque me vayan a robar como en mi país, es que la mayoría de los italianos son cualquier vaina menos simpáticos, cuando menos a los ojos de los que como yo piensan en la educación al estilo caribe, ellos son muy secos al hablar, pareciera que ladran  cuando realmente quieren ser amables, menos mal que mi estampa de árabe por aquello de los abuelos perdidos y jamás conocidos me aseguran de preguntas incómodas sobre el infierno loco que se presenta en Venezuela, claro, eso funciona siempre y cuando no abra la boca, mi acento maracayero- asesina-el-idioma de los italianos y me identifica claramente con la barahúnda de compatriotas que se están asilando donde sea, no importa el grado académico, se mudan así sea a limpiar mesas, dicen (y con razón) que prefieren lavar platos con calma que ser doctores con  terror.

Lo mejor de esta suerte de aislamiento en público es que acá me da tiempo de pensar, este país es perfecto para la contemplación, toda la historia concentrada en tan poco espacio permite descubrir cosas nuevas todos los días, me vine a investigar, sin embargo desde hoy he decidido no hacer nada, los documentos interesantes están sepultados en montañas de libros antiguos y para acceder a ellos hace falta una montaña similar de trámites burocráticos a los cuales no pienso recurrir, mejor me quedo paseando, conociendo gente, pensando en mis cosas, escribiendo mis sueños que cada vez se ponen más oscuros y extraños, como ese de hace tres meses, antes de mi crisis. 

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martes, enero 31, 2017

Un cuento de Horror

Otra historia de amor
Cuarenta y cinco grados a la sombra, la calle vacía a las dos de la tarde, pero la resaca pide a gritos una dosis extra grande de lo que sea aunque por el calor es preferible mucha cerveza. Hasta hace doce horas era un fulano normal, tres palabras destrozaron todo, ella  dijo, tenemos que terminar, tomó su cartera y salió para nunca más volver. El hombre no supo nada más, sus palabras rebotaron de manera intensa desde ese momento, no hubo sosiego, destapó una botella del licor más barato y abundante que encontró a mano, lloró hasta deshidratarse y bebió hasta caer de la silla, sin soltar el teléfono, ahí lo encontró la mañana, tirado en medio de la sala, adolorido gracias duro piso de granito sin pulir, la cabeza amenazando con explotar y la tristeza reventando las costuras de la cordura, encendió el primer cigarrillo, desayunó con el fondo de la botella.

Se duchó, intentó la centésima llamada al celular que tampoco respondió, llamó a su trabajo para decir que tenía la tripa revuelta y no asistiría ese día, se vistió y salió hasta el cajero automático más cercano luego desandó el camino hasta la licorería más cercana y barata donde le pidió al vendedor que le diese cervezas hasta que se acabara el dinero, si faltaba no importa que usaría la tarjeta de crédito, los amigos extrañados por el silencio llamaron por horas hasta que contestó y entre sollozos explicó que ella lo había dejado, alguno lo intentó rescatar pero le pidió más alcohol, entre hombres es normal emborracharse hasta perder la conciencia, quizás por eso nadie prestó mayor atención al asunto del despecho.

Así pasaron los días, una interminable sucesión de borracheras y resacas, muy poca comida, no volvió al trabajo, otra vez algún amigo preocupado hizo llegar un reposo psiquiátrico por depresión severa para evitar que perdiese también el empleo, sin embargo al pobre hombre no le importaba nada más que su dolor, pensaba que nadie más lo volvería a querer, la licorería se transformó en parte de su rutina diaria, los borrachitos miserables sus nuevos compañeros de farra, el licor el aderezo de sus pocas comidas. Una tarde cualquiera entre los lamentos que decía entre la nube de cigarro y alcohol alguien le hizo llegar una extraña pipa con yerba, olvido automático dijo el espontaneo, él aceptó porque ya no pensaba que nada sería peor, tenía razón el extraño, el sosiego  llegó pero no el olvido.

Se hizo adicto a la yerba, ya sumaban tres vicios capitales en su nueva vida de indigente emocional; alcohol, cigarro y yerba, su mezcla perfecta para pasar el día, adelgazó más de cuarenta kilos en ese mes, resulta que no comía pues el sueldo de reposante psiquiátrico lo gastaba integro en su nuevo harén de vicios placenteros y tristeza autocomplaciente.

 La familia intervino, perdió la casa para terminar en la de su padre, allí no le fue mejor, se escapaba a beber escondido, como buen adicto encontró otro distribuidor que pronto le hizo llegar más yerba, ahora supuestamente modificada genéticamente por lo que no solo era más cara, también más potente, comenzó a mezclar el peor licor, los peores cigarrillos con la supuesta yerba que ya no le hacía nada de lo prometido, no sentía la misma paz de los primeros intentos, vendió hasta los zapatos.
En una tarde de lucidez forzada por la falta de dinero se enteró que ella se había ido del país y ahora vivía con un español que decía ser su amigo del alma pero que termino de amante de turno, la depresión volvió, el distribuidor le prometió calma instantánea, empezó a mezclar la extraña yerba con unos cristales que les dicen piedras, mezcla fatal para cualquier novato pero perfecta para un organismo acostumbrado a los excesos de drogas, y a veces hasta algunas pastillas robadas a la madrastra mezcladas con ron pusieron su aporte.

Cuentan que una mañana, seis meses después de comenzado el despecho, despertó gritando el nombre de ella, eran alaridos plenos de agonía mezclada con rabia profunda, salió  en pijama gritando de manera ininteligible mientras lanzaba piedras a la pared del fondo de la casa, salieron los vecinos entre  alarmados y curiosos a escuchar el escándalo del loco de al lado.

Llegó el dueño de  casa  intentando imponer algo de su autoridad filial pero no hubo forma de hacerlo entrar en razón, hizo un amago de rezo y lanzó piedras ahora a los presentes, gritaba que la mujer había muerto y ahora lo perseguía su fantasma, dijo además que el diablo en persona le había dicho que estaba castigado por haber pateado al cristo y a su madre el día que lo bajaron de la cruz mil vidas atrás, que por eso ella lo perseguiría hasta el día de su muerte cuando satanás lo recibiría como al hijo prodigo, al grito de ¡vade retro satanás! Salió a la calle a gritar su buena nueva, con tan mala suerte que un autobús lo atropelló, cuentan que mientras agonizaba en medio del pavimento, decía en voz muy baja el nombre de ella, todo acabó aquel domingo de madrugada, agonizaba rodeado de cemento sangre y moscas, rogando que la próxima vida también fuese en los brazos de ella.
José Ramón Briceño, 2016
@jbdiwancomeback