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jueves, junio 06, 2024

El triunfo de la descolonización en Venezuela



Una de las cosas más complicadas del mundo es hacer síntesis de lo que debería ser un venezolano, sin ser un país inmenso como Brasil, donde hay varios husos horarios oficiales, tenemos seis zonas dialectales donde su español es distinto a todo lo demás, idiosincrasias y hasta vestuario nos diferencian , además en cada zona dialectal hay su cuota de pobres cuya dinámica lingüística es algo más limitada que sus pares de zonas menos populares , que vine, hablan y piensan en los códigos de su entorno, en venezolano les decimos malandros, adjetivo que uso en este momento más como halago, acá todo el mundo debe aprender a defenderse de un modo u otro, sin pararle mucho a los medios y uno hasta puede aprender de la dinámica del poder y solo imitando sus maneras (las del verdadero poder) logras hacer una pantomima aceptable como para que el contrario crea que está en presencia de alguien que los puede poner en aprietos, el verdadero poder no grita, conoce procedimientos y responde a las líneas del deber ser, los poderosos no gritan, solo hablan y dejan la amenaza de último, para aterrorizar a su presa y permitirle disfrutar el placer de llamar a alguien con más poder que él y entonces pasarlo mal, usualmente no se llega a ese punto pero se negocia bastante bien en condiciones generales.

La único que tenemos en común todos en el país es en nuestra percepción del perro caliente, lo único que tienen en común con sus pares del New York Yankee Stadium es el pan, de resto ni la salchicha, sobre todo en el caso de los más populares de un dólar, se encuentran por todo el país y si tienes mucha hambre, te comes cualquier perro de a dólar y nunca te sientes lejos de casa, nada tan desolador que estar perdido en Buenos Aires y tener un puesto de Panchos a disposición, si fuesen como los de a dólar venezolanos con todo y mugre sería el comerciante callejero más exitoso de la Argentina y llenaría muchos estómagos con nostalgia.

El perro caliente venezolano es la prueba palpable de cómo se descolonializa con éxito rotundo, el colonialismo es una necedad, pero peores son sus detractores que por ceguera o por majadería intelectual, quieren detener cinco mil años de historia por la pura idiotez de cambiar el mundo para que solo cambie su situación económica , si dejamos que la “invasión” , más temprano que tarde tendríamos una nacionalidad menos diversa y errática , para convertirnos en ciudadanos conscientes de nuestras diferencias. En el camino he conocido un montón de venezolanos que su primera comida al volver al país es un perro caliente u hamburguesa callejera que deja pálida cualquier intento de hacerlas pasar como gringas. El colonialismo es otra cosa distinta, donde el poder es ejercido por (más) fuerza que, de costumbre, no importa cual tipo de gobierno exista, el poder siempre aprieta por obligar a todos a ser iguales, el asunto es el tamaño de los culpables y cuando hay un poder imperial (acá perdió en 1830) la única diferencia es que los malvados de siempre ahora están sometidos a otros peores por lo que la gente cero como uno es víctima de más poder, de resto es casi lo mismo, lo normal es que los países absorban la herencia de quienes los precedieron, el español no lo hablaban los caribes, ni la biblia la escribieron los makiritares , el inglés es una variación del Alemán , la Cerveza es egipcia, el wiski escoces, su celular es fabricado en china, posiblemente su carro y sus zapatos también , claro, según el estrato socio económico puede ser china, filipina o colombiana pero venezolana 100% jamás, el asunto es que el mundo depende para sobrevivir de la globalización, que con el paso de los años las tradiciones no se perderán y si sucede mientras  a nadie le importe no vale mucho.

El único triunfo sobre el colonialismo ha dado fruto en Venezuela, un país donde el plato típico tiene productos árabes, españoles y venezolanos mezclados con un par de productos indígenas, el ganador absoluto de ser un plato típico nacional es un perro caliente venezolano, lo único que varía es su carácter estrambótico según la idiosincrasia local, los del Zulia son por mucho más grandes y estrambóticos que los de caracas o Maracay y no se diga de los orientales, en todas partes las hay malos pero un simple ejercicio de observación apunta al de mejor sabor es siempre el que más gente tiene comiendo, rara vez saldrás decepcionado y au7nque reniegue totalmente de las bombas biológicas que llaman hamburguesas con tocineta, huevo, jamón, queso chédar, pechuga de pollo, chuleta de cerdo, carne de hamburguesa que suponemos de res acompañado de unas extrañas papas fritas, repollo, tomate y lechuga de dudosa higiene, acompañados de 250 cc de salsas que nunca jamás te permiten saber si sabe bien o mal algo, todos los sabores abotargan el paladar, pero sigo siendo fan de los perros calientes de un dólar.

Por otra parte, en este manicomio a cielo abierto , donde cualquier cosa puede pasar, he visto como hay hamburguesas en un dólar, que menos como, quizás las salchichas lleven hasta pelos de gato, pero no entiendo la matemática de vender una hamburguesa en un dólar cuando la dca5ne es tan cara, eso solo tiene tres explicaciones, la primera es que no es de carne y mi corazón desea con todo que sean de lentejas (una suerte de falafel caribe) , la otra es que curiosamente ya no hay muchos perros callejeros ni mucho gato pero si suficientes chinos como para urdir alguna trampa con animales domésticos mezclados con harina para vender tan barata la carne como para terminar siendo hamburguesas extra baratas, por último, con toda la violencia y pobreza, quizás exista una mafia que haga hamburguesas de carne humana que nadie reclama o simplemente a nadie importa, mientras el resto del país los integra a su sistema hamburguesa barata mediante, antecedentes en Latinoamérica como para que pueda suceder acá.

En todo caso nada de eso parece a las gringas y los perros calientes venezolanos me parecen los mejores del mundo, tanto que en Nueva York hay un puesto que tiene dos estrellas Michelin.

 

Prof. José Briceño