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jueves, febrero 07, 2019

(J)oda sobre el Metro de Caracas



Antes de comenzar la disertación de hoy debo confesar que sufro de varias fobias incurables que una vez llegada  la adultez se han acentuado, entre las más graves se encuentra  una irremediable fobia a manejar un cualquier vehículo de motor, tanto así que creo ser uno de los pocos adultos mayores de cuarenta que no tiene licencia de conducir, como complemento y entre las cientos de contradicciones que pueblan mi psique también hay una moderada fobia a los desconocidos, especialmente acentuada con el transporte público que acá en Venezuela es insufrible , sin embargo en ese punto es difícil (para mi) saber si es que soy raro o es que los compatriotas son masoquistas pues entre las miles de incomodidades con las que uno se encuentra cuando aborda un autobús, tales como; ir empotrado en un pasillo donde difícilmente no tener roces en exceso con los vecinos, llegando incluso alguna vez el incómodo caso de tener mis partes nobles apacentadas en las de alguna mujer sin que pudiera hacer nada para remediarlo, también está como complemento del suplicio el gusto espantoso del chofer que gusta de compartir su abominable  selección musical tanto con los pasajeros como con los vehículos que pasan al lado del transporte, la cosa que me hace dudar es que tengo la impresión de que a los demás pasajeros les gusta el escandalo mientras yo practico mi fuerza mental a ver si el estúpido traste se funde, eliminando un tormento, lo que se agradece como una molestia menos, pero por mucho que lo intente no me sale la telequinesis.
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Desde hace poco más de un año he encontrado empleo en la capital del país por lo que parte del castigo se ha multiplicado pues toca pasar poco más de cuatro horas diarias (entre la ida y la vuelta) en el metro para llegar a mi trabajo, el “paseo” incluye 20 estaciones más una transferencia entre líneas. Hasta hace pocos años pensaba que los autobuses de rutas urbanas eran el único castigo infernal en este país y que con la natural resignación de quien no tiene más opción había podido minimizar su uso dando largas caminatas para trasladarme, pero ahora es no es posible, toca Metro.
A quienes viven en la provincia les parece que viajar en Metro es la cosa más cómoda del mundo, es que andar en un tren pareciera ser la cosa más cosmopolita del mundo y cuando es parte de cualquier paseo turístico hasta se puede tener como una experiencia para contar a los demás allá en el pueblo, pero cuando es parte de tu cotidianidad ni siquiera lo nombras (a menos que tengas la obligación) para evitar el incordio de recordar el mal trago diario. Yo, que provengo de una ciudad de provincia donde la temperatura promedio es de 30° centígrados consideraba que no podría existir peor castigo que estar encerrado en un aparato de esos (un autobús) a la hora pico “disfrutando” del calor humano que sumado a la música ambiental a niveles de discoteca, la temperatura tropical y el natural estruendo de las calles, pero nunca llegué a imaginar que existe algo peor, como si lo hubiese pedido me toca vivir cuatro horas o más de lunes a viernes en el Metro de Caracas.

Digámoslo así, si Dante hubiese nacido en estos tiempos al comenzar su Divina Comedia donde el personaje principal se llamaría José Ramón( imposible esperar menos), ganaría menos de 15 dólares al mes y de seguro empezaría como un imposible reto ; para buscar a Beatriz y traerla de la muerte primero deberás ir a las puertas del Pandemonium , la mítica ciudad conocida como Caracas donde siempre es hora pico, donde se encuentra la estación “Plaza Venezuela” , una vez allí deberás tomar el primer vagón que te toque en suerte, seguramente no tendrá aire acondicionado ni puestos pero igual abordarás so pena de llegar a destiempo a tu destino, el camino durará varias horas y no tendrás sosiego ni calma pues las otras almas te comprimirán hasta sacarte el resuello, tampoco podrás respirar, no habrá ventilación y dos horas más tarde, si tienes la suerte de que no se vaya la electricidad a medio camino de cualquier estación en la oscuridad absoluta de un túnel infecto al cual no saldrás porque el conductor se negará a abrir las puertas sin atender razones no dar más explicaciones que asegurar que pronto recomenzarán el camino , lo que dirá por el tiempo necesario que va de los diez minutos a las tres horas , mientras para bajarte la neurosis  coloca en los altavoces por enésima vez la misma pista musical que solo soportas las veinte primeras veces que la escuchas hasta llegar a odiar profundamente a los cantantes que hasta hacia poco admirabas como máximos exponentes del sentir vernáculo de tu país , todo aderezado con los peores aromas corporales que te puedas imaginar, eso solo si tienes suerte y nadie vomita debido a la intensa experiencia sensorial.

Sin embargo el demonio en su eterna sabiduría quizás te otorgue el dudoso placer de viajar en un tren con aire acondicionado y pensarás que vas ganando, sin embargo hay toda una pléyade de agentes satánicos que harán tu viaje miserable, desde pastores evangélicos que te obligarán a escuchar una sarta de boberas salpicadas con dudosas citas bíblicas, vendedores de todo que vocean a grito pelado lo maravilloso de sus chupetas, caramelos , tortas o galletas que venden a precio de trufa piamontesa en efectivo y sin pataleo, locos de toda calaña divulgando su extraña sabiduría política sobre las maldades de un imposible imperio que hace una absurda guerra económica hasta un fulano que carga escondido en un bolso el equipo de sonido con música tropical de la más rancia estirpe salsera quien de paso no atiende peticiones para bajar el volumen que seguro trabaja para Belcebú pues es imposible que en pleno siglo XXI no sepa de la existencia de los audífonos, lo más impresionante es que muchos viajeros parecen (inexplicablemente) disfrutar el escándalo, que sumado a la música de ambiente que sale por los parlantes del tren logran el milagro del desdoblamiento temporal, haciendo que cada minuto tenga la misma duración que una hora entera por lo que las dos horas desde Plaza Venezuela hasta la estación de transferencia se sienten como un mes si lo comparas con el viaje en  autobús de largo recorrido.

Luego de tal periplo, llegarás a la estación de transferencia y dirás, si este es el viaje al infierno, debo haber llegado ya, dándote cuenta no sin sorpresa que no te parecerá tan malo después de todo, pero al día siguiente volverás a repetir el viaje sólo para  descubrir que por vivir en Venezuela el infierno solo muta de forma para hacer más virulento él castigo y no tienes escapatoria a menos que suceda un muy raro milagro, dejarás de buscar a la tal Beatriz  y solo rogarás porque aparezca la forma de escapar del Metro de Caracas, o como lo conocen quienes ya están resignados, el maldito-Metro.
Ahora en serio, es tan mala la experiencia que cuando viajas en autobús de Caracas hasta Los Teques sientes como si fueses en ruta ejecutiva, descubriendo que estas tan jodido que te parece todo un lujo andar en bus.
José Ramón Briceño, 2019
@jbdiwancomeback

miércoles, enero 30, 2019

¿Ahora que?


En Venezuela (por fin) soplan vientos de cambio, luego de tantas decepciones, tanta desilusión, hambre, dolor y rabia al parecer están a punto de morder el polvo en Miraflores, debería estar feliz, aunque de verdad es una maravilla estar acá para presenciarlo también estoy muy preocupado. La historia del gobierno chavista y ahora madurista durante estos 20 años es harto conocida, por tanto, sabemos todos que detrás de los políticos hay toda una estructura de crimen que necesariamente debe ser limpiada a fondo, las instituciones replanteadas y en fin, todo un cumulo de cambios telúricos pero necesarios en vista de la situación nacional, eso es excelente, pero he ahí parte de mi angustia.

Si se da de manera voluntaria, con del impulso de los militares locales seguramente serán algunas escaramuzas de tres días y en un mes máximo se reestablece la “normalidad”. Ahora bien, si como pintan los milicos venezolanos solo sirven para matraquear acá habrá una intervención armada el asunto se agrava, digamos que son los enviados del arcángel Miguel que van a acabar con Satanás y sus secuaces , igual en medio de su santidad no sabrán exactamente a quien disparar, detener o llevar a juicio , cuando menos no al principio, mientras aprenden a establecer diferencias a partir de características específicas , todos vamos a ser sospechosos por lo que aun sin querer deberemos ser participes activos pues a los mirones los arrastran las balas. Por otra parte, ¿comeremos? ¿habrá trabajo o sueldos?, los que laboran como empleados de bajo y medio rango en ese gran elefante blanco llamado administración pública ¿Cómo quedaremos? ¿seremos despedidos?

A pesar de ser profesor no trabajo de tal por muchas cosas, pero entre todas ellas la principal es salarial, donde laboro si bien no gano la gran cosa cuando menos no es de sueldo básico y aunque NO tengo carnet de la patria y me he negado a sacarlo, jamás he ido a una marcha chavista ni obligado, hay miles de páginas escritas y firmadas por mi dónde explico mi fobia al gobierno y por un milagro del universo no me han despedido (aun). Ahora bien, cuando se vaya el desgraciado del presidente necesariamente viene un periodo de ajuste, como todo ajuste será cataclismico, ¿Dónde quedaremos? ¿Volveremos a nuestros empleos? ¿nos damos por botados? ¿Qué haremos ahora?

Sería interesante que alguien levantase la voz, no para hablar pendejadas sobre cómo van a acabar con la plaga roja por que eso ya sabemos que toca hacerlo con urgencia, el asunto es que deberían hablarnos de como será la vida en el poschavismo. Ok, tenemos muchas esperanzas, sabemos que van a volver muchas inversiones, que luego de bajados los fuegos, después de acabado el plomo, como vamos a recuperar nuestra vida. Estoy preocupado y esperanzado a partes iguales, veamos que sucede, ojalá mis tenores sean infundados, que luego de pasada la ola pueda contar la anécdota sin más lagrimas que las de los malos recuerdos de antes de que Maduro se llevara toda su peste y que no se sumen las del proceso, que no se lleve a la gente valiosa y que la otra pues desaparezca en un fogonazo de lucidez.
José Briceño, 2019

lunes, enero 21, 2019

Buenos deseos



Aunque tardío igual aún está empezando el año y bien vale dejar claras algunas cosas para ver si de esa manera algo mejora y como sé que tengo lectores alrededor del globo quizás algo pase.

Cada nuevo año, la costumbre manda que se debe desear cosas buenísimas para todos los seres humanos, de hecho ,hay quienes aseguran que toca mandar nuestros mejores deseos, sin que sea muy relevante quien salga premiado con las buenas vibras dejadas al viento de forma tan irresponsable, por supuesto tampoco es relevante que los conozcan o que pudieren haber tenido alguna relevancia en tu vida, igual debes ser buena onda y derramar bendiciones de manera insensata para poder ser considerado una persona políticamente correcta. he llegado a la conclusión de que no estoy de acuerdo con esa norma, es absurdo andar perdiendo energías en desear el bien a seres a quienes mi vida no les interesa en lo más mínimo, mucho menos a gente que no sabe que existo, eso aplica hasta para familiares a quienes considero tan nocivos que es preferible ignorarlos a seguir el idiota ejercicio de la hipocresía filial para mantener unas formas que al final no interesan mucho a nadie en realidad.
Imaginemos por un momento que tenemos un arranque de bondad mística y generamos una cantidad importante de buenas vibraciones de forma indiscriminada, en el camino, esas energías terminan otorgando buenas cosas a los malvados que andan por ahí haciendo de las suyas, que en al caso venezolano hay tantos que hace complicado señalarlos de forma individual por lo que solo haré alusión a unos cuantos que están en la cúspide de mis antipatías más arraigadas, digamos que a las doce en punto terminé deseando feliz años y esa energía terminó de dar un buen año a varios guardias nacionales cuyos mejores propósito de año nuevo consiste en seguir asaltando impunemente a todos aquellos que viven (como yo) en minusvalía contra el poder, así cumplirían el sueño de tener miles de dólares asentados bajo la sangre y la rabia de tantos otros inocentes agraviados por quienes deben ser garantes de la  ley pero que viven de infringirla , igual aplicaría con el policía cuyo sustento básico depende de la paga semanal de varios narco traficantes cuya diversión (entre muchas) es la de violar niñas, matar jóvenes y pervertir todo a su alrededor sólo por cumplir sus deseos malsanos de prosperidad económica , el malvado que asalta , mata o roba como forma de vida, el político que roba los fondos para medicinas (alimentos , educación o cualquier otro bien público) y que “sin querer queriendo” lleva una muy prospera empresa basada en la correcta implementación del concepto corporativo de la corruptela generalizada donde solo pierden quienes creen en las leyes , el funcionario de la judicatura a quien la ley importa sólo en función de los millones que le reportan (inocentes o culpables que eso no importa mucho) esos que prefieren evitar vérselas con la cuenta bancaria de los  jueces  quienes  también viven haciendo negocios con muchos que siendo culpables quieren evitar a como dé lugar pagar por sus crímenes, sin olvidar a aquellos otros que se sirven de las leyes para hacer el mal, sin hablar de los millones que han hecho del resentimiento gratuito y la miseria como elemento de discriminación y patente de corso para ejercer su divino derecho de propagar el evangelio de la ignorancia entre los pobres de inteligencia.

En fin, tengo un serio conflicto con eso de andar botando mis buenos deseos de principio de año con esa tan incómoda costumbre de hacernos pasar por lo que no somos, en mi caso particular no creo mucho en eso del perdón, más cómodo es el olvido pues tampoco es cosa de dejar que los muy naturales y sanos odios personales terminen gobernando mis actos, da más placer saber que quizás algunas de esas personas a quienes no les debo ningún buen deseo (todo lo contrario) el karma les cobre primero el mal que alguna vez me hicieron , la vida es bastante complicada para andar cargando excesivos resentimientos ya que solamente podemos manejar pocos al mismo tiempo so pena de claudicar ante la farmacopea. Cuando pienso en liberar esos buenos deseos de manera indiscriminada sufro de un profundo malestar ya que sería de muy mal gusto saberse colaborador  del catálogo de maldades populares y ocultas de este país donde la iniquidad es la norma.

En el ámbito de quienes no deben recibir ni siquiera el hálito de algún buen deseo entran todos aquellos cuyas vidas están organizadas en función de dañar a otros en pro del bien propio, igual a aquellos que no suman nada con sus acciones, como ya expliqué mis buenos deseos solo están restringidos a la gente que me agrada, a los que admiro, a quienes aportan cosas buenas al mundo, los que trabajan cada día para hacer menos miserable la vida de las buenas personas, los generadores de conocimiento, aquellos cuya vida se le va en construir sueños sin necesidad de pasar por encima de los de otros, los buenos padres (y/o madres)  y (el grupo más reducido) a la gente que quiero, todos ellos que siendo pocos sus acciones impactan las vidas de millones por aquello de los seis grados de separación , para todos, mis más sinceros deseos de prosperidad, éxito, amor y salud en este año que recién comienza, para los otros pues que les toque el doble de la maldad que derrochan pensando en su propio peculio y no me extiendo en mis malos deseos no vaya a ser que la cosa energética sea cierta y me rebote algo de eso, en igual proporción creo que quizás la cosa energética sea cierta así que toca focalizar los buenos deseos como una manera efectiva de generar vibraciones positivas  a ver si la gente buena termina siendo mayoría y la mala una minoría invisible, no como hasta ahora .

Un abrazo a todos aquellos que lo merecen y que el año inicie con buen pie para que el próximo podamos seguir construyendo otro mundo basado en un universo que no necesite de vueltas retoricas para hacerlo bonito.
José Ramón Briceño, 2019