Hoy domingo prefiero compartir con ustedes un capitulo más de mi novela a fin de lograr que los que vivimos acá olvidemos un poco lo que sucede afuera para comenzar el lunes con ganas de seguir y mis lectores de otras tierras quizás se animen y compren la novela en Amazon, en cualquier caso les dejo un capitulo más para el entretenimiento dominical.
4
Saludé al padre Ramiro, tocó preguntarle otra vez el nombre completo ya
que entre la cruda y la confusión de la mortal grappa no lo recordaba, se llama
Ramiro Alzuruaga Montiel, era zuliano de nacimiento, para más señas de un
pueblo llamado “El Moján”, de padre Canario y madre maracucha, típico del
gentilicio criollo donde todos los medio blanquitos tienen su musiú ahorcado en
la genética, tenía nueve hermanos, él era el menor , sus padres lo tuvieron por
accidente, en una reconciliación, entre tragos y rezos tan típicos de la feria
de la Chinita, por ese traspiés a él le tocó ser criado entre las faldas de su
madre, mientras sus hermanos y hermanas trabajaban en la finca paterna entre
números y reses, por esa razón terminó sus estudios en un seminario caraqueño
Debido al tiempo fuera de casa se
le había borrado el acento y a decir verdad muy poco visitaba a su familia,
pues era un extraño entre tanto bruto con plata, como lo eran sus hermanos y
cuñados, su confesor, quien era el único, a parte de su viejo, sabía de sus
excesos entre la feligresía femenina le recomendó ese sabático, gracias a la
alegría de su padre quien al constatar
la masculinidad de su hijo menor, aceptó correr con los gastos para venirse a
Roma, sumando a la cuenta una suerte de
pensión para gastos “extras”, gracias a
la prodigalidad paterna, podía darse el lujo de tener privacidad en vez del
alojamiento popular de los curas pobres, donde se alojan los que vienen de
Latinoamérica.
Comenzó por preguntarme, ¿de dónde sacaba mis ideas antirreligiosas?,
tuve que hacer acopio de toda mi
habilidad pedagógica, en palabras llanas le dije que en el ADN está la
respuesta y la otra mitad está en las matemáticas de la física cuántica, no
había tal misterio, solamente que la mayoría de los seres humanos eran flojos
por comodidad, preferían creer cualquier patraña antes que sentarse a pensar
para buscar leer la verdad.
La mayoría de la gente prefiere la calma de las religiones organizadas
antes que detenerse a pensar, ni siquiera con la Wikipedia se atrevían a ver, y
si por casualidad se tropezaban con la fulana realidad preferían negársela
antes que caer en cuenta que la vida no es más que una joda eterna, donde nada
es de uno, lo material es pasajero, la vida de verdad la empezamos después de
muertos, esa energía que unos llaman alma es por fin liberada y nos
transformamos en viajeros del tiempo, por eso es que nadie se devuelve, esos
llamados espíritus no son más que jodedores encargados de alertar, asustar o
pagar cuentas pendientes del bar interdimensional donde se corren las apuestas
“celestiales”, una especie de gran casino de las almas superiores, regentado
por un tal Lucifer y administrado por su más cercano competidor, ese si tiene
tantos nombres que escoger uno es complicado, pero para que lo entiendas mejor
digamos que se llama Yavé o Jehová.
Ramiro, no sin sorpresa, pide un brandy doble, se lo toma de un trago,
comenta que él tenía una idea similar, por eso, entre otras cosas y faldas,
tenía esa duda que le carcomía las entrañas, cambió de tema pues quería saber
más sobre mí.
Comencé contando que había nacido en Maracay, específicamente en Las
Delicias, mi familia era de clase media alta, poseían un par de ferreterías que
estaban al borde de la quiebra actualmente, pero gracias a la visión comercial
de mis hermanos, quienes años atrás habían fundado unos cuantos bares en el
interior del estado, les iba bastante bien, es más, uno de mis hermanos, el más
calavera, tiene un bar surrealista mezcla de burdel con patio de bolas en otra
ciudad, él solo mantenía a flote la cadena de empresas familiares, al igual que el recién conocido era el menor,
pero de cinco hermanos, tres hombres y dos mujeres, sin embargo me dio por
estudiar pues la verdad no me agradaba nada la empresa familiar, como desde muy
joven estuve trabajando vacación tras vacación en la ferretería ya me asqueaba
la cosa, además me gastaba lo que ganaba en libros, las mujeres se me daban
fácil pues cuando muchacho era bastante agraciado, esa condición económica familiar de aquellos años
facilitó la cosa de irme a la capital a estudiar, más por escapar del
aburrimiento bestial de la casa que por otra cosa, fui bachiller muy joven y
debido a las excelentes notas, la universidad fue algo natural antes de la
mayoría de edad.
Cursé una licenciatura en tres años en vez de los cinco reglamentarios,
conseguí una beca para cursar posgrado en Oxford y a la vuelta un doctorado en Venezuela, todo eso en tres
años, por tanto a los 23 años tenía un
currículo impresionante pero inútil en mi país, tocó ser profesor, con el
tiempo pude llegar a ser titular en la universidad más grande y famosa de la
capital, hubo quienes aconsejaron el
extranjero para mejores esperanzas, de la universidad donde hice posgrado ofrecieron cargo y sueldo, pero el amor pudo
más que otra cosa, me casé con la mujer que me dio los primeros dos hijos, una
niña y un niño en los únicos seis años de feliz matrimonio, hasta que la otrora
hermosa hada terminó por ser una bruja que aspiraba la fortuna familiar, de la
cual en verdad no me toca nada, en medo de la furia del divorcio me dejó en la
calle, sin casa ni ropa, por suerte pude irme una temporada para hacer una
especialización en Argentina, allí el amor volvió a torcer el camino.... (continua)