Hace
un par de meses, el año pasado, en los pasillos de la universidad me tropecé
con dos excompañeras de clase, de cuando estudiaba pregrado, los tres nos
sorprendimos, saludos de rigor, besito en la mejilla y la pregunta, ¿Qué haces por
acá?, ellas me contaron que todavía les quedaban unas cuantas materias para
terminar la carrera, el pre grado, tienen poco más de doce años “estudiando” y todavía
les queda poco más de dos años más, eso si no es que vuelven a reprobar, cuando
me encuentro gente así, prefiero hacerme el loco y no preguntar nada, me parece de mal gusto
burlarme de las limitaciones ajenas aunque me parezca un insulto pasar tanto
tiempo para culminar una carrera de cinco años, se vale retrasarse un año, una
materia aplazada pasa hasta en las mejores familias, pero 8 años extra es un
absurdo. Cuando les cuento que estoy terminando una maestría, una de las
mujeres me increpa, ¿Por qué estudio tanto si a nadie en el ministerio le
interesa que tengas posgrado?, bueno, la verdad respondí algo así como que el
calor en Maracay estaba muy fuerte por esos días, que esa era la razón de que
siempre cargase una gorra, la calva se resiente con tanto sol. Cerrado el tema,
despedidas y mentiras de volver a vernos para un café o algo así, puro
formalismo social vacío.
Me
fui a mi casa con la incómoda sensación de tener la certeza de que mucha de la
tragedia de este país es el facilismo imperante, nadie se preocupa más allá de
sus necesidades, de la palanca, la influencia, los panas, la trampa, el gestor
o peor, el conformismo determinado por la derrota anticipada a ser por siempre
lo mínimo indispensable para la vida, que vaina.
Una
de las señoras, tuvo su tempo de boina y gorra, era la última de su clase, a
menos de la mitad de la carrera y tenía el cargo de jefe de un departamento
educativo de la UBV, por ese tiempo ya yo andaba haciendo mis pininos como
opositor más o menos serio, la mala junta con los profesores izquierdosos de la
universidad había llevado el ejercicio de oposición al plano intelectual,
tocaba leer mucho para poder poner contra la pared a los fanáticos del
silogismo marxista, uno de ellos aún es buen amigo, por ellos me enteré lo qur
hacia la mujer, ahora, más de diez años después de aquel empleo, ahora me la
volví a encontrar en un supermercado, quejándose, maldiciendo y contándome que
está en trámites para buscar empleo en una universidad en el exterior, yo creo
que era puro bluff pues si alguien tarda más de quince años para graduarse de
una carrera que si bien tiene su complejidad tampoco es física termonuclear, difícilmente
la contrataran como docente en ningún instituto decente.
Todo
esto viene a colación por que hoy me he levantado con una gran curiosidad por
el pensamiento de la izquierda, recordando que hasta hace unos años eran
temibles las marchas, los muchachos tenían armas, las universidades eran espacios
para la subversión, muchos guerrilleros terminaron de profesores, muchos
profesores eran hasta celestinos de la guerrilla, habían asesinatos, disparos,
piedras y cierta rebeldía interesante, era la izquierda militante antes de
venderse al gobierno por unos ideales que en la práctica están muy lejos de
realizarse. Si esta cadena de protestas fuesen propulsadas por la izquierda ya tendríamos
guerra formal, habrían armas de verdad, los disparos serian de ambos bandos y
no el monologo de plomo que ahora tienen tanto los policías, la guardia y los “colectivos”.
Anoche
leía los comentarios sobre la cadena presidencial, las acusaciones de
subversión imperialista y no me quedó más que reírme, no puede ser que alguien
se crea tamaña mentira, si de verdad fuesen patrocinados por el imperio mínimo tendrían
aunque sea tumbarranchos teledirigidos, sobres bombas y una que otra pistola se
hubiese accionado de este lado, los muertos serían más de ambos bandos, los
colectivos tuviesen miedo y no tendrían que ir escoltados por los organismos de
(in)seguridad del estado, es más, las petroleras gringas no le seguirían prestando
plata a PDVSA, para que si ya la tendrían asegurada.
Alguien
me dijo pitiyanki imperialista fascista y hasta apátrida vendepatria, la cosa
ya no me sorprende, es más, me gusta pues quiere decir que estos artículos pican,
molestan y por tanto llaman a la reflexión de quienes no son afines a mi línea política
de pensamiento. La verdad jamás me gustaría que nadie invadiera mi país, vengan
de donde vengan seré su enemigo declarado, quizás si fuese más joven hasta
terrorista me dirían, sin embargo a esta edad, con hijos, mujer, deudas y hasta
un gato no creo que salga de mi esquina más que para ver, hacer fotos y todo
eso para poder opinar, por eso, entre otras cosas soy enemigo de los cubanos,
creo que Venezuela debe ser para los venezolanos, nadie de ninguna parte
trabaja de gratis, ni ayuda por solidaridad internacional, siempre hay alguna
cosa a cambio y por lo general quienes invocan esa ayuda se comprometen aun si
el país pierde, eso es lo que ahora pasa.
José
Ramón Briceño,2014
@jbdiwancomeback
Foto: José Briceño @plurifotos |