Desde
que era adolescente me gustó la música, aunque debo admitir que jamás me ha gustado
ni la salsa ni el merengue, eso solo me trajo cierto halo de “bicho raro” entre
mis compañeros del bachillerato, quizás a esas sesiones intensivas (típicas de
esos años) donde intentaba deshilvanar el discurso de gente como Fito Páez,
Charly García, Luis Alberto Spinetta y un montón de gente más, fue cuando me di
de bruces con eso que llamamos lenguaje poético, esa forma de decir muchas
cosas e identificar muchos sentimientos con palabras que encierran discursos
enteros en si mismas, sin recurrir a lo fácil del adjetivo muy claro.
De
aquellos años recuerdo mucho una canción que hoy día define más o menos los
sentimientos encontrados con los que toca batallar día a día en este país, la
canta aun Fito en todos los conciertos, se llama “Ciudad de pobres corazones”,
en ella hay unos versos que cualquier venezolano puede entender sin mayor
problema “En esta puta ciudad todo se incendia y se va”, el otro “Buen día lexotanil,
buen día señora, buen día doctor”.
El
primero es de fácil comprobación, solo con abrir cualquier medio de
comunicación digital o físico, a pesar de la censura oficial, todas las muertes
sin sentido que suceden a diario, todo este barullo económico que nos tiene en ascuas constantes, el estress
de jamás saber si el amigo del bus se suba para robarte, matarte o simplemente
ser un pasajero más, si la moto que escuchas será lo último que oirás, que los
disparos que se oyen a lo lejos no segaran alguna de vida de un ser querido, en
fin, tantas variantes del mismo tema que te espantan de solo pensarlos.
Sin
escapatoria posible más que por el aeropuerto y ahí si se acaba todo, debo
admitir que la posibilidad de tener que escapar hacia otra tierra me espanta un
mundo, de perder lo poquito que tengo me aterra, dejar solo a mi viejo, a su
suerte y sin que yo pueda socorrerlo tantas veces como me ha socorrido el a mí,
quien quita hasta la imposibilidad de despedirlo cuando le toque su hora y
conformarme con llorarlo desde la distancia solo porque unos hijos de puta les dio
por destrozarlo todo, al final todo se quema, como dice ese poeta.
Lo
segundo “Buen día lexotanil…”, es el mantra de muchos que lo consumen al abrigo
de su legalidad como forma de vivir en este caos, yo tengo por ahí algunas
pastillas aunque de verdad muy pocas son las veces que las tomo ya que entiendo
su potencial peligro y en esta tierra andar desprevenido muchas veces se paga
con la vida, pero en días cuando mi ansiedad anda desbocada, lo que produce que
mi humor esté de capa caída y a punto de explotar por cualquier cosa, se hace
necesaria la pastilla mágica que te relaja un poco, es también cuestión de
supervivencia en esta hojilla en que se ha convertido la calle.
Se
dé buena fuente que mucha gente lo hace, sobre todo cuando la carrera, el
fitness, los maratones, las pesas y el gimnasio ya no ayudan tanto, el carácter
legal de ese fármaco logra que cualquiera con una receta médica haga su
peregrinación por las farmacias hasta encontrar la panacea, por cierto que Prozac
no ayuda nada pues su precio lo hace prohibitivo para muchos (incluyéndome claro).
Alguno me dirá que con un par de tragos se baja la tensión, pero a mí me parece
que andar apestoso a alcohol todo el tiempo es de muy mal gusto, otros me
hablaran de la marihuana y sus beneficios yo les respondería que con mucho
gusto si eso no me acarrease problemas legales si me lo fumo a mediodía a la
salida de mi trabajo para ir a buscar a mi hija y volver a las labores, además
eso me pone muy distraído, cosa que (repito) no debe suceder cuando transitamos
cualquier calle venezolana, se puede pagar con la vida.
Hoy
me he despertado con la canción esa sonandome en la cabeza, mi estrés por no saber
hacia dónde vamos o por saber hacia dónde y tener que verme obligado a decisiones
cruciales que cambiaran mi vida a esta edad madura cuando todo es más cuesta
arriba (sobre todo después de la chikungunya) además de incluir en mis planes a
más gente, me aterra el futuro cercano y saber que “En esta puta ciudad todo se
incendia y se va…” para tener que terminar diciendo a diario, junto con mi café,
“Buen día lexotanil…”
José
Ramón Briceño, 2014
@jbdiwancomeback
Hola amigo triste. Buenos días tristeza ("Buenos días tristeza" de Francoise Sagan, novela, ique pornográfica en los años 60) ¿Qué puedo decirte? Empezaré por lo más sencillo: No te gustó ni la salsa ni el merengue porque muchos adolescentes, con la timidez natural de la edad y de su tiempo les daba pena bailar, pues JR, te lo perdiste, yo que soy muy antes que tú, si un muchacho al que yo le gustaba, o nos gustábamos, no me remolca en plena fiesta al medio de la sala, yo tampoco hubiese gustado del merengue y la salsa, el pasodoble, el mambo, la guaracha, el chachachá, el rockanrol, el twist, el hulahula...(no importa que se me haya caído la cédula), fue espectacular y doy gracias a ese chico que hoy no recuerdo su nombre, ni su rostro. Eso pasa, encrucijadas en la vida. Pero aunque no bailes, tienes esa música, ese arte que te gusta y practicas que te hace feliz.
ResponderBorrarAhora el otro tercio: Te (nos) tocó esta catástrofe que al parecer tiene hora cantada para la gente, los jóvenes, la población inocente, pero parece interminable este invivir que nos sobresalta, que nos asalta desde la oscuridad o la luz del día. Pero...como decía mi madre: El entierro de Dios no ha pasado y Pandora guarda la esperanza que tampoco es que está inválida. Amanecerá más temprano que tarde. Lexotanil si, Prozac también. "¡Alivántate muchacho!", como empieza el Cap. La Doma, en Dña Bárbara.