Hace
tiempo viene rodando una cosa espantosa llamada “ley de cultura”, que la apoyan por cierto otros personajes no
menos funestos que se hacen llamar “cultores” , el estado por cierto se ha
aprovechado de estos últimos para que se crean la gran cosa anulando de paso a
quienes de verdad hacen cultura. Esta anulación viene acompañada de la
destrucción metódica y constante de los museos e instituciones que siempre
apoyaron al quehacer cultural, así mismo las universidades poco a poco han
dejado de ser polos de creación y reflexión por obra y gracia del
estrangulamiento económico pues los presupuestos educativos son deficitarios.
Hay
quienes se incomodan con mi posición y me recomiendan entrar en el debate, yo
me niego a entrar en ningún debate, a participar en nada organizado por el
gobierno pues estoy claro en que todo es una payasada pues las fulanas
consultas son farsas ya que las decisiones están tomadas, los documentos
firmados y los funcionarios instruidos en los resultados que deben dar tales
eventos, la posibilidad de disentir está negada, lo que más me molesta es que
nadie parece darse cuenta, van a las reuniones, se emocionan, hacen discursos y
se pavonean sin pudor alguno.
¿Las
razones para que no crea en una ley de cultura?, son varias, voy a exponer
algunas, en principio creo que la cultura no debe ser normada, las diferencias
entre cultores, artesanos y artistas son más que evidentes, mientras que el
arte es producto de un proceso de pensamiento, investigación, estudio, técnica
y discurso, los artesanos son mercachifles de “cosas bonitas” que fácilmente se
pueden hacer en serie y que en ningún caso responden a proceso mental alguno,
simplemente hacen lo que venden, lo hacen a mano pero tampoco son la gran cosa
en eso de crear. Los “cultores” son una suerte de pericos amaestrados cuya
función es organizar, ejecutar y cobrar por “expresiones de la cultura popular”,
sin investigación posterior ni profunda, haciendo énfasis en creerse la gran
cosa por su trabajo. Ya expuesta la diferencia déjenme decirles que quienes
están impulsando la tal ley son los últimos dos especímenes, quienes por cierto
son los beneficiarios de todo el esfuerzo gubernamental pues su nulidad
intelectual los hace fácil presa de las manipulaciones estatales, amén de que
son felices con las migajas que los ministerios les dan.
Otra
cosa, la cultura no debe ser normada pues es darle marco legal a la censura, el
pensamiento disidente es el motor de todo trabajo creativo además la mente
realmente creativa está en un constante proceso de duda sobre todo lo que le
rodea, si le pones bridas a la creación terminaras haciendo propaganda, que al
final es el fin supremo de todo artista de la revolución, los demás estamos
fuera del status quo.
La
paranoia gubernamental no tiene límites, una vez leí que un fulano escribió un “sesudo”
artículo sobre como Kellogg nos estaba dando mensajes subliminales para tumbar
al gobierno desde las cajas de cereal, entonces si esos barbaros dicen tales
cosas, no me quiero imaginar cuando exista una ley que los avale para decir que
tal o cual fulano es contrarevolucionario pues su trabajo es una muestra
tangible de los valores burgueses y va preso. Todo amparado en el marco legal
que ellos mismos armaron, lo que falta es que el día de mañana me vengan a
decir que para participar en tal o cual salón debo estar inscrito en el
sindicato de artistas revolucionarios, tal y como sucede en Cuba y los países comunistas.
No
tenemos teatro de calidad pues no hay muchas salas, las librerías están como
los supermercados, los libros a precios inalcanzables (si consigues el que
buscas), la prensa está amordazada de mil maneras, la televisión ni se diga y
lo poco que nos queda, los artistas serios están en desbandada por dos cosas,
el mercado es muy pequeño, casi nadie vende su trabajo y los grandes concursos
se han vuelto ferias de promoción gubernamental donde va primero la propaganda
que el arte. Los
museos olvidados, sin presupuesto al igual que las universidades, mientras en
su lado de la realidad vemos a cultores y artesanos buscando sus migajas que
son una suerte de premio a la ignorancia. Al final ser ignorantes hace felices
a esos otros ignorantes con títulos que hacen vida en las altas esferas del
gobierno. Si el pensamiento se regula con leyes lo matas.
José
Ramón Briceño
@jbdiwancomeback
Primero tiene que aprender que es cultura y a diferencias con las altas culturas que denominan las burguesías.
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