jueves, diciembre 12, 2013

Violencia+revolución

Cuando era niño y se iba la electricidad en la noche era una fiesta, no es que los adultos se alegrasen pues se quedaban sin la novela de la noche o sin el juego televisado si era temporada de béisbol pero los niños teníamos licencia para salir a jugar, los vecinos para buscarse conversa y si llovía pues era noche de cuentos de espantos liderados por mi abuela o cualquier adulto. Como siempre he vivido acá en Maracay y esta a su vez es una ciudad de reciente data a pesar de que los registros marcan más de trescientos años de fundada, no fue hasta que llegó el General Gómez que se pobló y fue tomando forma, como todo polo de poder, atrajo a mucha gente de distintas pates del país, entre ellos a mucho llanero que tiene la costumbre de sacar las sillas a la calle y conversar mientras cae la tarde, creo yo que ese fue el origen de tan singular costumbre, bien hace más de 30 años la gente se reunía en las calles a conversar, mirar las estrellas, jugar los niños y hasta compartir un café, ahora pues se va la electricidad y nadie sale, todos se encierran pues la inseguridad no le permite a nadie andar inventando a esa mala costumbre de hacer vida social entre vecinos, más allá de compartir la mala fe que les produce la compañía eléctrica.

Más adelante en el tiempo, digamos los años 90´s , recuerdo que si estaba aburrido le daba la vuelta a la urbanización y en alguna parte encontraba algún amigo o amiga que a su vez tenía una fiesta en su casa, eso tampoco se puede hacer ya, la gente no hace fiestas en su casa a menos que no tenga de otra y en caso tal que lo haga , se encierran a cal y canto, hasta el amanecer, evitando hacer demasiado escandalo no vaya a ser que cualquier envalentonado, pistola en mano, pretenda hacer una fiesta diferente solamente porque no fue invitado, porque le provocó investigar que celulares usan los invitados o simplemente es que su estado mental, alterado por alguna droga lo hace sentirse un emulo de Superman tropical que en vez de volar anda en moto, total, ahora nadie hace fiestas, más por miedo que otra cosa y los periódicos del lunes en la mañana siempre tienen alguna noticia similar, que apuntala la idea de que las fiestas caseras son nocivas para la salud de los invitados.

Por esos mismos años , recuerdo haberme caminado la ciudad entera a todas las horas posibles, por esa mala cosa de gastarse todo en cortejar a alguna damisela, disfrutar de alguna fiesta o simplemente por la conversa, eran tiempos en que ningún amigo tenía carro y si por casualidad andaba en uno era del padre y tocaba devolverlo temprano, eso incluía la imposibilidad de dar colas, pero no importaba al final mi ciudad no era tan grande y podíamos cruzarla a pie, la caminata nunca mató a nadie, ahora pues no creo que nadie esté dispuesto a caminar más allá del toque de queda que presupone el cierre de negocios, que el transporte público deje de transitar o que el taxista de confianza deje de trabajar, conozco más de uno que a quien le da un real ataque de pánico solo por considerar alguna de esas opciones, ahora ni en los taxistas se puede confiar, hay demasiadas historias con final infeliz entre taxistas piratas y clientes despistados.

Antes tropezarse con un cortejo fúnebre , solo era triste y quizás incomodo por aquello de la lentitud del tránsito, ahora uno ruega que si pasa no sea un entierro de malandros pues hasta allí el paseo con calma pues quizás hasta le toque a algún espectador con mala suerte le toque acompañar al difunto por culpa de alguna bala festiva que a lomo de moto le cae a alguien y la policía bien gracias, el domingo pasado en una barriada cerca de mi casa hubo un entierro de esos, las balas de todo calibre sonaban desde temprano, el barrio entero estaba encerrado, lo increíble de todo es que había elecciones y los milicos, la policía y demás mostraban sus armas con orgullo, los uniformes limpiecitos, el ánimo revolucionario en alto pero el valor quien sabe adónde lo dejaron pues las balas nunca dejaron de sonar y no se apersonó ningún piquete armado a detener a tanto vándalo, con todo y que dizque había prohibición de porte de armas legales. Claro ellos no pueden meterse en eso pues se les acaba su fuerza de choque, esa misma noche mataron a una muchacha inocente a quien un malviviente de los fulanos grupos armados decidió que le podía servir de escudo humano pues otro malviviente con el que tenía una rencilla andaba también celebrando el triunfo de su candidato, pero a este último le importó muy poco descargando su pistola y dejando dos muertos en la calle, pero tenemos patria carajo, nadie va preso y las balas fueron escupidas por dos ángeles que andaban de fiesta.

Total ahora somos todos presos en nuestras propias casas, la represión nos ha tocado a todos, bien sea si hablas mal del gobierno es muy factible que te conviertas en una suerte de paria, si andas en las calles te toca encomendarte a los santos y si te quedas en tu casa igual no te enteras de nada pues los medios entendieron su labor de reportar desde la dimensión desconocida, somos presos sin barrotes, sin palabra y sin escape, las balas hablan, los “colectivos” mandan y la policía acata lo que sus jefes que por cierto viven rodeados de escoltas con estampa de malviviente, les ordenan más allá de la lógica, la revolución avanza a lomo de bala y acero mientras que los demás vivimos en medio de un estiercolero de miedo y rezos.
José Ramón Briceño Diwan, 2013
@jbdiwancomeback



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