Capitulo 15
Llega Ramiro del brazo de una argentina despampanante, sin sotana él,
ella con un vestido infartante, es rubia como el sol, con ojos cafés que gritan
un tinte muy bien puesto, ambos vienen con caras de culpables, pido dos copas
más además de otra botella que Ramiro se apresura a decir que paga, nos
presentamos con la dama y Ramiro conoce a mis amigos, lo ponemos al día con las
noticias, él se preocupa, sin embargo dice que no tiene sentido ponerse tristes
a tanta distancia del problema.
La chica se llama Serena, es de
ancestros italianos, periodista que anda en estas tierras haciendo un reportaje
sobre el cristianismo apostólico, así se conocieron, ella intentaba convencer a
un bibliotecario sin que este entendiese muy bien su chapucero italiano ,
Ramiro, como buen caballero la ayudó, hicieron la investigación juntos en la
biblioteca, le invitó un trago, se conocieron mejor y terminaron en la
cama, estaban en la pausa del amor
cuando recibió mi llamada, ella se interesó en la noticia pues sería un
interesante reportaje.
Le pregunté cómo llegó al vaticano con esa estampa de diosa griega, con
el perdón de mi amigo, le comenté que media botella de Ron y otra de champaña
me ponían en ese estado, el cura sin sotana me disculpó, seguimos la conversa
mientras yo exhibía la sonrisa de quien comete un crimen sin culpa.
Serena me comentó que vivía en
Buenos Aires, que el jefe del periódico, que hasta hace una semana era su
amante, la mandó en esa misión solo para poder reconciliarse con su esposa,
quien lo amenazó con un divorcio sonado que lo dejaría en la ruina, a ella le
sirve para olvidar y a él para sentirse cómodo en su cárcel sin barrotes, esa
del matrimonio por obligación.
Su interés por mi historia era para poder renunciar al periódico mañana
mismo, con un reportaje de esta categoría podría volver a trabajar para la
competencia que ya la había intentado seducir con una jugosa oferta a la que
renunció, por culpa de aquel amante que resultó mentiroso pues había hablado de
divorcio, matrimonio y apartamento en el centro, pero que a la hora de la
verdad la dejó con los crespos hechos, mientras disfrutaría de pervertir a ese
cura que tanto le atraía, confesando con desparpajo que todavía no sabía quién
pervertía a quien, pues le ha tomado por sorpresa lo ducho del hombre en
asuntos que supone no debe saber por aquello de su oficio clerical.
Volvimos a brindar, me contó la periodista que Argentina estaba al borde
de una guerra por los malos manejos de la economía de su presidenta, que por
imitar a Venezuela estaban cerca de ser iguales, guardando las distancias, sin
embargo la llenaba de calma estar a miles de kilómetros de su ciudad, aunque le
daba cierta tristeza pensar en sus seres queridos todavía presos allá.
Todos entendimos su sentimiento pues el local estaba saturado de la
nostalgia y la tristeza propia de gente con el mismo sentir, todos dejamos
seres queridos atrás, en mi caso particular, ese día había descubierto que era
un perseguido más pero en ausencia, ya no solo tenía que lidiar con mi
depresión y mis dudas, también con la posibilidad de caer preso por mis ideas,
ni siquiera por las religiosas, por las políticas, eso que me he negado a ser
militante, solamente que la idiotez oficial obliga a poner mi posición por
escrito, lo que no sabía era que terminaría por ser famoso, más con mi necedad
de creerme invencible y ponerme con nombre, apellido y hasta foto de perfil,
como para hacer más fácil la cosa del presidio.
Me comenta la periodista que el periódico le había alquilado un apartamento,
algo lejos pero bastante cómodo, nos invitó a todos pues esta noche ofrecía una
reunión en casa, más tarde, mis amigos venezolanos alegaron cansancio y se
retiraron, no sin antes intercambiar correos electrónicos con besos, abrazos y
demás, acepté, total, nadie me esperaba en el hotel, pedimos la cuenta,
pagamos, me despedí hasta con lágrimas de mis amigos, prometí visitarlos
pronto, ellos también se les humedecieron los ojos, reafirmaron su compromiso
de habitación por tiempo indefinido en su casa, les agradecí, los vi tomar un
taxi, el cura, la argentina y yo tomamos otro.
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