domingo, mayo 08, 2016

Breve manual de instrucciones para naufragos

El padre que me tocó en suerte siempre fue un soñador que buscaba atajos para obtener mejores medios de subsistencia, alguna vez intentó ser pescador a tiempo completo, luego que en una de esas temporadas donde no tenía empleo se enroló como parte de la tripulación de un bote pesquero, quince días después volvió  buscando la manera de tener su propia embarcación  para escapar de la monotonía que implica ser técnico radiólogo sin grandes estudios ni capital para tener equipo propio que le ahuyentase el mal trago de ser asalariado de sueldo mínimo mientras los jefes nadaban en dinero, la medicina siempre fue buen negocio e intuyó que si en esa campaña de pesca que los compañeros calificaron de no muy abundante, haciendo cálculos a vuelo de pájaro el capitán se había ganado el equivalente a tres años de sueldo, bien podría hacer el intento de lanzarse al mar para volverse un potentado menor, con el incentivo ver a su esposa una vez cada mes, lo que en su situación conyugal algo caótica no era mal negocio.

Haciendo malabares para solicitar un crédito, una año después se hizo con un barco de madera que tenía 15 metros de eslora, con un peso estimado de 40 toneladas, lo que no calculó era que el tal barco lo estaban vendiendo tan barato porque estaba mal construido para travesías largas, si acaso para transportar turistas entre la cosa y alguna isla cercana. El Papagayo (así se llamaba la embarcación) tenía tres motores fuera de borda de 75 HP que devoraban gasolina a raudales, cualquier marino sabe que el combustible es un asunto de vida o muerte en alta mar y cualquier motor que consuma tanto como el de gasolina iba a desangrar las finanzas de la embarcación por lo costoso y además no rendiría la cantidad de millas náuticas que debería cubrir el tal barco para poder realizar las campañas de pesca, en segundo lugar, no era marino, tampoco sabía nada de navegación, razón por la cual se perdió la carga en la primera campaña pues al no trazar la derrota (ruta) con exactitud , terminaron muy lejos del puerto con lo que hubo que botar carga para aligerar el bote y permitir moverlo con un solo motor, en fin, hubo tantos errores de novato que la empresa fracasó antes de un año, con tanta suerte que el banco que había dado el préstamo para la compra del barco quebró de manera estrepitosa y por alguna razón “extraviaron” todos los archivos, sin documentos probatorios la junta interventora jamás pudo cobrar el crédito, lo que fue un milagro pues de otra mi pobre viejo hubiese perdido hasta su casa.

Años después yo era un muchacho joven a quien de verdad lo único que le gustaba era hacer nada, perseguir mujeres, cabello por los hombros, odio feroz por el estudio formal y una habilidad asombrosa para encontrar parrandas gratuitas con amplias cantidades de licor, lo que invariablemente me hacía llegar borracho a casa con mucha frecuencia, una tarde tuve un encontronazo bastante fuerte con mi abuela, cuando la pelea estaba en pleno apogeo llegó mi padre quien de inmediato tomó cartas en el asunto, cuando la discusión bajo de nivel me puso en una disyuntiva,  tenía que aprender un oficio que me permitiese emplearme en alguna cosa útil para el futuro o me unía a prestar el servicio militar además amenazó con hablar con un tío político quien para la época era oficial activo de alto rango para que me buscase con la policía militar, casi inmediatamente encontré cupo en un instituto para estudiar administración, craso error, las matemáticas nunca fueron mi fuerte y la financiera es un galimatías, casi como aprender a hablar ruso con un diccionario de bolsillo, abandoné.

Un fin de semana en que papá vino de visita, comentábamos lo espantoso de las clases y mi decisión por abandonarlas, mi padre sacó una botella de ron que tomamos en el jardín, al quinto trago trajo a colación la tragedia del barco, habló con tono lastimero de como fracasó de manera terrible con aquella iniciativa y achacó muy certeramente ese fracaso a la ignorancia en materia de navegación, dijo que si yo estudiaba algo de eso, él gustosamente vendería lo que tenía para volver a comprar otro barco y fundar una empresa pesquera familiar, pintó un escenario de ensueño que nos resultaría de gran provecho en el futuro, al yo preguntarle donde estudiaría eso pues ni idea, él sacó un recorte de prensa donde publicitaban una pequeña escuela al norte de la ciudad, apenas a dos autobuses de distancia, era semi-internado y mataba dos pájaros de un tiro, le daba gusto y huía con éxito de la recluta que para aquel tiempo era el terror de quienes no estaban en la universidad pues la policía cobraba un bono por cada recluta entregado a los militares, dos años de cuartel eran el equivalente a diez años de cárcel.

El lunes siguiente estaba en el instituto haciendo el papeleo para la admisión, fue tan fácil que al instante ya me parecía una estafa, al final si lo fue y jamás utilicé esos estudios, es más, cuando terminé el curso no fui a la parada de graduación por negarme a comprar uniforme, los que tenía los vendí al día siguiente de haber terminado con éxito las clases, tampoco hice las pasantías por lo que el titulo no tiene validez. Todo eso trajo muchos problemas en casa, otra vez a buscar empleo, me dejé crecer el cabello y apareció la escuela de artes visuales donde hoy día trabajo.

 En una reunión familiar, tiempo después, papá hablaba con mi abuelo sobre mi inconciencia por no aprovechar los estudios, estaba triste pues pensaba que yo no serviría para nada jamás y que sería una carga para el futuro de la familia, el viejo contestó con una de sus sentencias; decía que se quedase tranquilo pues nada de lo que uno aprendía sobraba, en algún momento la vida mostraría la manera de utilizar ese conocimiento extra curricular alguna vez, el hombre era sabio realmente.

Con los años he podido comprobar la certeza de sus palabras, pues la verdad he hecho cursos de muchas cosas, desde fabricación de productos de limpieza, cocina (ese de modo autodidacta) , fotografía, contabilidad (no aprendí nada en ese y me retiré) y al final ha resultado que el que complementa mucho de mi filosofía de vida actual fue aquel periodo inútil de uniformes y gritos que duró dieciocho meses en los que se suponía sería “Marino mercante” un eufemismo para nombrar  al capitán de una embarcación menor de 40 toneladas , que en términos náuticos es poco más que una lancha de esas que usan los pescadores y quienes por cierto de casualidad escriben, así que como formación académica poco vale.

Era un instituto pequeño, el cuerpo docente estaba lleno de fulanos que ciertamente no sabían mucho del asunto y que disfrutaban con cierto placer sádico el cuento ese de la estructura militar, los uniformes , las ordenes, los castigos y las necedades propias de quienes usan algún traje lleno de insignias con galones que les de la ilusión de poder, los alumnos en su mayoría eran así también, exótica penitencia, las clases eran muy aburridas y hasta me gané la sospecha de ser homosexual por no asistir a los burdeles con mis compañeros quienes se gastaban sumas groseras en complacer a unas “señoritas” que les halagasen el uniforme blanco que usaban por pura necedad pues la verdad ese fulano uniforme náutico lo puede usar cualquier dueño de una embarcación así esta sea un bote inflable para pasear por el lago o un peñero, si eres el “patrón” se vale utilizar el uniforme de capitán sin que ninguna ley más que la de no hacer el ridículo en público te lo prohíba, lo de mi negativa al burdel aparte de la lógica razón económica se basa en que nunca he entendido el placer de pagar por algo que debe ser gratis, además las muchachas no eran ningún problema para mí, no necesitaba disfrazarme para conquistar, en cambio mis compañeros de clase sufrían una suerte de complejo de inferioridad que los obligaba a utilizar un disfraz que atrajera mujeres incautas que creían conquistar un futuro cuando al final solo eran un prospecto de obreros con permiso de utilizar uniforme vistoso, hasta el jorobado de nuestra señora de París se vería bien con uniforme blanco .

Hasta hace muy poco pensaba  que en esa escuela solo aprendí a dar órdenes, luego que un fulano oficial se diera cuenta que yo no me metía con los alumnos de menor rango, lo que causó  arresto severo con castigo físico para que aprendiese a ser malvado con los más débiles de la estructura. Eso me asqueaba la cosa pero le había prometido a mi viejo hacer lo posible por aprobar ese curso que al final la verdad tenía un nivel de exigencia académica como para retrasados mentales lo que no supuso esfuerzo alguno en esa área, cosa diferente en lo de la disciplina “militar” que si me costaba un montón, por un asunto de supervivencia terminé ladrando como mis superiores además de agarrarme a golpes con algunos compañeros equivocados que confundían amabilidad con mariconeria y educación con debilidad, tarde se enteraron que lo que me sobraba era calle, ahí lo primero que uno aprende (a la mala) es a defenderse.

En términos laborales ese curso  solo ha servido para dos cosas, la primera fue esgrimir el titulo como la gran cosa cuando en un empleo me ofrecieron sueldo de obrero pero el cargo era de fotógrafo y al final me dieron sueldo de técnico titulado que era tres veces lo que pagaba cualquier periódico local, con el agregado de que no habían guardias nocturnas ni de fin de semana además de horario de oficina con horas extras , los que han trabajado para periódicos pequeños en Venezuela saben lo que se agradece eso.  La otra es en este momento histórico donde la supervivencia sin terminar loco por la desesperanza es un asunto de aguante más que de cualquier otra cosa, para ello me enfoco en utilizar parte de lo aprendido en la clase de supervivencia en el mar que no es más que un seminario para sobrevivir en caso de naufragio.

Como se suponía que todo el pensum iba dirigido a formar personal para embarcaciones menores que harían si acaso  tráfico de cabotaje entre las islas cercanas y tierra firme, en caso de salir de los límites territoriales serio si acaso un grumete con sueldo de obrero en embarcaciones de mayor calado, las clases no eran la gran cosa pues se supone que si haces cabotaje y naufragas estarás siempre en rutas náuticas bastante transitadas, por tanto lo único que tenías que hacer era flotar y tener toda la calma del mundo pues en algún momento alguna embarcación te vería flotando para rescatarte a ti y a tu tripulación que tendría necesariamente que estar a la deriva en alguna balsa salvavidas.

Lo primero que cualquier capitán medianamente responsable tiene que verificar es que las balsas salvavidas estén debidamente equipadas y preparadas para uso inmediato pues la maniobra debe ser hecha con rapidez, no hay tiempo de vacilación ni para recoger nada, todo ha de estar en la balsa para el zarpe de emergencia, incluidos claro equipos de primeros auxilios, agua, comida y algún arte de pesca por si el rescate tarda más de lo debido. En otras latitudes se integrarían al equipo alguna boya GPS, un radio y un compás magnético, en Venezuela si acaso agua y galletas para no ser tan exigente.
Si ya caíste en el agua, trepaste a la balsa y te gradúas de hombre valiente al flotar a la deriva en la oscuridad de la noche sin llorar ni maldecir en exceso, te toca pensar con calma en lo que vas a hacer desde ese momento, luego debes hacer es un arqueo de recursos, saber exactamente con que cuentas para sobrevivir la mayor cantidad de tiempo posible, cuidar especialmente el agua pues el cuerpo humano puede sobrevivir muchos días sin comida pero no sin agua, sin ese liquido te mueres en horas apenas y la temperatura del sol tropical no colabora mucho para evitar la deshidratación , ese detalle es primordial para la vida.

Lo próximo es verificar que todos los alimentos estén distribuidos de manera eficiente entre los sobrevivientes, recordemos que es muy importante alargar la existencia de comida más allá de lo que considere posible , si están en condiciones y son lo bastante hábiles deben pescar para alargar más la vida de las provisiones, proteínas extras siempre se agradecen así provengan de algas flotando o de alguna gaviota distraída, la prioridad es alimentarse, si no queda de otra por ahí he oído que muchos náufragos se han comido compañeros de desgracia que no sobreviven, hay veces que la necesidad obliga a hacer cosas extraordinarias que jamás pensaste como el caso no es ser sibarita si no sobrevivir pues todo vale.

Mantener la mente activa es otro de los secretos de los marinos para sobrevivir a la soledad del mar, en muchos casos son gente gregaria a quienes no les agrada mucho el bullicio, eso ayuda, pero el abandono total tampoco es aconsejable, como no hay cines, televisión, libros, licores, mujeres, drogas, comida ni posibilidad inmediata de ayuda pues toca hacer un gran esfuerzo para no caer en la desesperación o peor, en el suicidio que en casos de desesperanza se transforma en una salida plausible para el náufrago, la manera para hacerlo menos doloroso se las ingenian los suicidas, casos sobran pero no es objeto de este texto dar pistas en ese sentido.

 Así que luego de establecer las raciones diarias de agua y comida  tiene que mantener la mente positiva, inventarse entretenimiento, hacer malabares mentales para olvidar a ratos la desgracia que están viviendo, la lucidez es importante cuando estas en situaciones extremas, el abandono o la locura si bien son salidas sencillas no son en ningún caso posibilidades exitosas, quizás sea usted religioso, en ese caso sea cual sea su religión ninguna deidad le perdonará que se quite la vida por su propia mano y cualquier infierno siempre será peor que el que está viviendo, aparte ese será eterno, en cambio el náufrago sabe que apenas son unos días, si es que las corrientes no terminan llevándolo a otro país, en cuyo caso podría ser un paseo aterrorizante pero paseo al fin (recordemos a los balseros cubanos), si no es religioso tampoco la incertidumbre de la muerte trae consuelo, no se a ustedes pero a mí me aterroriza la idea de terminar siendo abono orgánico después de tantos años pensando que puedo estar equivocado y el cielo existe, así que prefiero la inevitabilidad de una muerte tranquila que inventar alguna artimaña para dejar de pasar trabajo.

Si es supersticioso y piensa que el accidente es causado por algún mal de ojo, brujería u odio por parte de algún exsuegro, exmujer, examigo, compañero de trabajo, rival, enemigo jurado o simplemente algún familiar que lo odia tanto como para recurrir a eso, tampoco le dé el gusto, sobreviva e intente ser feliz que ese sería el peor castigo para quien haya inventado eso de echar maleficios por necedades y en último caso sea más necio que el diablo (o a Dios, uno nunca sabe), sobreviva aunque sea para sacarle la lengua cuando se muera de manera natural o por manos ajenas a su conocimiento y sin su consentimiento, hasta donde se nadie se va al infierno por ser asesinado a menos que el que lo mate lo haga en defensa propia, en ese caso el castigado será usted por mala gente y se merece su paila de aceite hirviendo por toda la eternidad. Hay excepciones claro, pero en un naufragio los enemigos son una cosa muy lejana, sus verdaderos enemigos son el hambre, la sed, la desesperanza y el desgraciado sol que se ensañará en su contra, así que entre otras cosas procure dormir vestido mientras está a bordo (por si naufraga), eso lo agradecerá cuando el mediodía tropical lo cocine vivo sin posibilidad de escapatoria.

Debe pensar mucho en su familia (si la tiene, de no existir las mascotas aplican), usualmente los hijos son un buen incentivo y si ama a su esposa también se vale imaginar volver a estar con ella, quererla aún más, quizás después de tanto pelear por sobrevivir, matar tiburones con sus manos, comer tortuga cruda, merendarse a los compañeros muertos que seguro serán un manjar secado por el sol  sazonado con agua de mar y si no pasa nada de eso no importa, invénteselo que le servirá para escribir un libro que quizás se venda y así nunca jamás volverá a ir al mar a menos que sea en la playa de algún hotel de lujo donde nada sea peligroso, toda su familia lo agradecerá , incluyéndolo a usted.

En verdad escribir un manual sobre las maneras para sobrevivir a un naufragio llevaría muchas páginas, sin embargo creo que esas pocas instrucciones son suficientes para organizar más o menos un plan viable de supervivencia en el mar.

A más de 25 años de aquellas clases que asumí como inútiles pero que ahora encuentro bastante importantes para la supervivencia, si bien es cierto que las últimas veces que me he embarcado ha sido para ir a alguna playa donde no hay carretera o si acaso una visita a mi hermana en la llamada “Lancha Rápida” que zarpa de Cumaná hacia Margarita, sumando que desde hace varios años me he dedicado sin extraordinario éxito a la fotografía y la docencia , últimamente me ha dado por sentir que soy un náufrago que vive al borde entre la depresión y la desesperanza, tal como un náufrago cualquiera del tercer mundo, aquel somero entrenamiento se agradece.
José Ramón Briceño, 2016

@jbdiwancomeback

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