Acabo
de terminar (por fin) una tesis de posgrado que toca el tema de lo
intertextual, intertextual, transtextual y vaya usted a saber cuántos adjetivos
calificativos para explicar que nada es en realidad original, que toda la producción
artística no es más que el reciclaje de los últimos quinientos años de historia
y dependen de que el artista tenga una cultura lo bastante amplia como para
poder ver dentro de los códigos estéticos las rendijas por las cuales disfrazar
su mirada y compartirla con todos.
Unos tienen suerte y terminan vendiendo,
publicando, recibiendo premios y logrando vivir con holgura, otros (la mayoría)
mueren sin conocer la bonanza más allá de ráfagas momentáneas de prodigalidad
económica, usualmente quienes hacen negocios son los poseedores de las piezas o
los derechos cuando el autor muere, lo que sucede con cierta rapidez pues por
lo general casi todos tienen tendencias depresivas por sentirse incomodos,
cediendo al final al impulso primario del consuelo momentáneo de drogas,
alcohol y pastillas de preferencia todas
juntas, que sumado a la eterna desesperanza en algún momento cobra su cuota y
lo mata, aunque en Venezuela hasta la cosa más simple puede matarte ya que NO
HAY con que medicar nada, aparte de la omnipresente hampa que a veces te
tropieza sin segundas oportunidades.
Entre
los tópicos que revise mientras investigaba para la tesis, leí bastante sobre
el surrealismo, el realismo mágico y lo real/maravilloso donde la ficción está
plena de cosas fantásticas a las que nadie (en los libros) parece ponerle peros
ni sorprenderse, quizás sea trillado lo que voy a decir pero en este país lo
fantástico está en cualquier esquina, si se tienen los oídos bastante alerta y
se pone atención a lo que habla la gente.
Últimamente
me he mudado de ciudad por razones económicas, ciertamente ha sido una
temporada bastante dura por aquello de los reacomodos en eso de vivir, los amigos,
ver a mi hija, el trabajo y hasta el clima. Pero como todo al final la única
cosa excelente es que me he tenido que obligar a viajar más de tres horas
diarias a mi antigua ciudad por las mismas razones por las cuales me quejo de
la mudanza, en esos viajes uno escucha literalmente cualquier cosa.
Una
mañana mientras esperaba que el autobús se llenase para salir a mi trabajo,
escuchaba a dos señores mayores hablando de su pasado como guerrilleros en las
montañas de Falcón donde anduvieron con la ventolera revolucionaria hasta la
pacificación, con tan buena suerte que jamás cayeron presos. Los dos viejos
hablaban de esos tiempos con nostalgia y yo pensaba con cierta sorna era en lo
malolientes y cansados que deben ser unos tipos que no hacían más que caminar
por el monte, esconderse en los matorrales, caerse a mentiras sobre novias,
encuentros con el ejército, viajes a Cuba, lecturas visionarias y hasta los
caletres políticos con los que usualmente se atraganta la gente que cree los
embustes de las promesas izquierdosas, esas de futuro, libertad , trabajo y
buena vida, cosas que la historia se ha cansado de desmentir. En fin, yo oía a
los viejos con la natural sorpresa de quien sin querer escucha historia viva,
hasta ahí todo normal pues me he tropezado con unos cuantos personajes
similares y las historias son más o menos iguales, las diferencias las tienen
el nivel académico de los hablantes.
Así
me he hartado de café con un amigo de Pablo Neruda que se emborrachaba en los
bares europeos acompañado de varios de los escritores de aquel Boom de los
setentas, quienes lo invitaban de copas pues habla seis idiomas, he tomado
cocteles de ron con te de Rosa de Jamaica con un ex conde cuya tez morena debe
haber sido la comidilla de los salones de las cortes españolas, que sin embargo
igual militaba en el partido comunista. He almorzado y emborrachado con un
piaroa que habla un muy correcto francés, estudio cine en la Sorbona y fue
preso en Paris bajo sospecha de tener una enfermedad tropical pues fue
denunciado por su casera gracias a la manía nacional de bañarse dos veces al día,
quien por cierto fue corresponsal de una agencia francesa de noticias durante
la guerra de Nicaragua y apadrinado por Pompeyo Márquez en su infancia, también tiene el carnet #45
del partido aquel que fundó Teodoro con el dinero regalado por García Márquez
luego de ganarse el Rómulo Gallegos .
Así
que sobre relatos sobre comunistas que aman la burguesía pero recitan a Marx
como catedráticos he conocido bastantes, a diferencia de esos viejos del
autobús que hablaban de la guerra como la aventura de sus vidas, con la
simpleza de quienes intercambian historias de las gamberradas que todos hemos
cometido alguna vez en la juventud, sin pretensiones pero con alegría, la cosa
fantástica vino cuando un viejo le comenta al otro como conseguían dinero para
armas y provisiones, la respuesta me dejó en una pieza, la cosa es que como en
la vecina isla de Aruba al parecer era más fácil conseguir armas que comida,
esos guerrilleros hacían trueques por quesos, carne y cualquier otro rubro
alimenticio que pudiesen transportar hasta cualquier cala sin vigilancia, así
comenzaron , de la manera menos complicada a tener armas para cometer sus
fulanos actos de rebeldía.
Imagino
que de seguro alguien ya debe haber escrito algo por el estilo, sin embargo ni
la imaginación más fértil creo que puede ver verosímil una historia similar,
sin embargo la verdad a mí me parece bastante cierta pues acá cualquier cosa es
factible, así me enteré de como la guerrilla comenzó en el monte gracias al
inocente trueque de comida por armas, como han cambiado los tiempos, imagino
que ahora debe suceder a la inversa en las costas que tienen islas cercanas, seguro
deben de estar cambiando armas por comida pues lo primero sobra y lo segundo
escasea, además es más rentable que traficar drogas, nadie te persigue, la DEA
te ignora e igual le ganas el ochocientos porciento a cualquier cosa tan simple
como un kilo de azúcar o tan complicado como una caja de pastillas
anticonceptivas.
José
Ramón Briceño 2016
@jbdiwancomeback
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