miércoles, marzo 04, 2015

Instantáneas de este manicomio tropical


Quienes no viven ni han vivido en Venezuela seguramente les costará entender lo que hoy escribo, la verdad estamos en un país excesivamente loco, con una población altamente disociada cuyo deseo de liberar tensión por donde sea está a la orden del día. Lo que se oye por accidente está entre lo cómico y lo trágico, siempre hay alguien en alguna parte hablando alguna cosa que a esa persona le parece muy seria, pero a mí cuando menos me parece halado de los pelos.

Por ejemplo, en estos días me reuní con un par de amigos en un bar de chinos, para hacer un acto simbólico de despedida a otros dos amigos que se fueron, ambos fotógrafos, ambos brillantes. Como llegué temprano a la cita pedí una cerveza, para no estar ocioso en la espera, saque mi cuaderno de apuntes que tan pomposamente llamo “agenda” y comencé a esbozar una historia que en algún momento me pondré a escribir, mientras lo hacía dos mesas más atrás estaba un señor , hablaba por el celular como queriendo que todo el restaurante supiera que el tal era un fulano importante para alguien, la cosa se puso álgida cuando el fulano al teléfono dice “Que bolas soy un ingeniero bachaquero”, ahí una mirada de entendimiento se cruzó entre el señor y la gerente, luego hizo más llamadas cuyos tópicos iban desde comentar una tal corrida de toros , como se iba a vestir, junto a quienes se pretendía sentar y que marca de wisky iba a poner en la “bota” aclarando que a el le regalaron la entrada , aunque también dijo que “tú sabes que mi carnet me permite entrar en cualquier evento”, discúlpenme pero comentar voz en cuello la ropa que vas a usar me parece más conversación de señoras sin nada más que pensar.

Disimuladamente pasé al lado del hombre para verlo más de cerca, era un fulano bastante común de franelita, gorra de cualquier cosa, bigote a lo charro y esa estampa de viejo solterón que tienen los amigos en esa condición, como de un divorcio no superado. Al rato se sentó otro fulano y la conversa giraba en torno a las “novias” que un sutano le había quitado, como si de niños de kínder se tratase, no me quedó más que reírme del asunto.

Esa tarde me dejó un raro sentimiento, pues tengo rato mirando las locuras de la gente, por ejemplo, hace días estuve con una secretaría que así como así, sin tenerme confianza me contaba como convenció a sus hijas para que se graduaran en la universidad de alguna cosa, si el comentario lo hubiese hecho de forma casual no habría gran problema, lo sorprendente fue la puesta en escena de todo el cuento, parecía un monologo bien ensayado para “lucirse” con las visitas. Otra vez, mientras esperaba que el semáforo me diese paso, un señor que estaba en la cola para pasar con su carro, se adelantó solo para comentarme que tuvo el carro accidentado por unos días y recién lo sacaba a rodar ese día, como si a mí me importase que carajo le pasaba a alguien que ni conozco, la cosa me perturbó pues no puedo entender como la gente se encuentra con un desconocido y le suelta su vida así, sin saber si uno anda con ganas de oír a nadie.

Anoche, ya a la hora del cierre del bar, cuando estábamos por retirarnos y de la caja nos mandaron la cuenta para muy amablemente pedirnos que nos retirásemos, se acercó un borracho que pretendía contarme alguna vaina y de paso se antojó de que quería abrazarme por alguna razón, a mí que no me agrada mucho eso del contacto físico por razones sociales , mucho menos con desconocidos, me persiguen cosas por el estilo, el asunto fue aún más sorprendente cuando otro (imagino que amigo del señor) le dijo al borracho que estaba sobrando y en la mesa habíamos puro policías, eso fue como cuando el padre Karras le pone agua bendita a la niña de “El exorcista”, el borracho salió disparado, no solo de la mesa, también del bar, ahora uno piensa de la que se salvó pues si alguien se espanta ante la presencia de unos policías es que debe alguna cuenta a la justicia, lo más ofensivo es que estábamos varios profesores universitarios y fotógrafos bebiéndonos unas cervezas, eso de que lo confundan a uno con un policía roza el insulto, sobre todo en estos días.

Por último, hace unas horas me encontraba saliendo de mi trabajo y me puse a conversar con varios colegas, la charla iba como de costumbre, de lo insustancial a lo serio, hasta que llegó otro fulano y dijo sin pena pero con cierta petulancia que “El gobierno debería prohibir las tarjetas de crédito pues son la cosa más capitalista del mundo, nos tienen tomados por el cuello entre pagar intereses y abonar capital”, yo, que difícilmente me quedo callado le solté que si el gobierno fuese más eficiente, los intereses no serían la gran cosa pues esos intereses, aunque están por debajo del índice de inflación son los que le dan rentabilidad a la cosa, además, si no te agrada pagar intereses no uses las tarjetas, el fulano se despidió y volvió a una supuesta actividad que me suena más a excusa para no seguir haciendo el ridículo.

Ejemplos hay como para escribir un libro de aventuras con lo que se oye, se ve y hasta se siente andando por las calles de la ciudad, sin embargo me parece que estas  historias dicen bastante de lo loco que está esto por acá, quisiera saber si hay alguna razón específica, más allá de mis elucubraciones, me agradaría mucho tener algunas opiniones de quienes se encargan de hacer estudios sociales, los sociólogos, psiquiatras, psicólogos y cuantos más profesionales de la vida humana existan, un grupo multidisciplinario para que me cuenten de manera científicamente comprobable que lo que nos pasa como ciudadanos a ver si le encontramos solución a nuestra situación como país.
José Ramón Briceño, 2015

@jbdiwancomeback


No hay comentarios.:

Publicar un comentario