Recuerdo
que cuando era niño me burlaba de mi abuela y de mis tíos que decían como eran
los precios en su juventud, pensaba (como niño al fin) que su tiempo estaba tan
atrás que era casi normal la depreciación, no con esas palabras exactamente
pero en resumen era algo así, todo lo relacionaba con lo antiguo y por tanto
obsoleto, sin embargo no recuerdo ninguna visita al mercado sin que saliera
triunfante con galletas y revistas, ella rezongaba y hasta decía que mi manía
no me iba a llevar a ningún buen lugar, decía que eso de la lectura era una
cosa muy bonita para entretenerse antes de dormir pero que fuese pensando en cosas
serias, lamentablemente jamás le hice caso y termine escribiendo estas líneas y
haciendo muchas cosas que si bien impresionan a muchos, en mi familia son
tratados así como si de una deficiencia mental se tratase, cosas que pasan. Vuelvo
al tema, yo pensaba que la depreciación eran cosas de viejos, esos que se reían
pensando que su casa le había costado lo mismo que su ultimo vehículo, que podían
planificar cualquier cosa, hasta tengo un tio que tuvo su propia clínica.
Los
primos y familiares viajaban, yo tenía una colección impresionante de vehículos
TONKA con los que inventaba cualquier cosa y la verdad no recuerdo ninguna
escasez como las de estos días, todos se quejaban pero al final con un poco de esfuerzo se lograban las metas de
casa, carro, comida y estudios, los viajes no eran imposibles, pero no sé por
cual razón en aquellos tiempos en mi familia se veían como una cosa del otro
mundo.
Hoy
día entiendo aquellas remembranzas de los adultos de mi infancia, sin embargo,
lo “gracioso” es que mi abuela hablaba de décadas, ahora de meses, por ejemplo,
hace dos años yo ganaba casi lo mismo que hoy día pero el sueldo alcanzaba
hasta para escaparse a la playa un fin de semana sin el cargo de conciencia por
dejar alguna deuda afuera por el desliz, se cometían excesos alguna que otra
vez, no hacia mercado de susto, esos de calculadora en mano y selección de
cuartel para lo que se lleva, mi hija era feliz con lo que necesitaba y un
poquito más, ahora pues la cosa se puso de miedo, ya comer en la calle no es
una opción a menos que se mate un buen tigre en la vía, los mercados son de
susto, los viajes a la playa producto de algún otro tigre, el sueldo ni para
sobrevivir alcanza.
Me he sorprendido contándole a mi hija como eran los mercados cuando yo era un
muchacho, mientras estábamos de compras, bueno seleccionando lo que nos íbamos a
comer para malbaratar mi quincena en la cena de ese día, le contaba que hace
años había margarina, mantequilla, le decía que cada pasillo del supermercado tenía
por lo menos seis marcas de cada producto y uno seleccionaba su compra según su
deseo, que mi abuela me tenía verde pues si no era tal o cual marca la señora
me hacía volver al mercado a cambiar el producto y si la marca que quería no
estaba allí lo cambiase por cualquier otra cosa.
Ella
no lo podía creer, se reía como solo los niños pueden hacerlo y me dijo muy
seria ¿Cómo en México papá? ¿Era como los súper de allá?, yo le dije que sí,
pero que más modestos (los amigos que se han dado una vuelta por allá pueden
dar fe del gigantismo comercial de por esos lados), ahora me pregunto yo, ¿Cómo
le explico a una niña este lio económico?, ¿eso de que somos pobres? Cuando ella
sabe que papá y mamá son profesionales universitarios con empleo y teóricos beneficios,
que mientras la realidad es otra en otros países latinoamericanos esta es la
peor.
He
intentado explicarle la cosa evitando caer en la disertación escatológica sobre
la dirigencia de este país, creo haberlo logrado, sin embargo en esta misma
semana la sorprendí comentándole a una vecina que “mi papá dice que todos los
chavistas son imbéciles”.
Me
entristece no haber tenido argumentos para regañarla pues es la verdad, hoy leo
que estos han traído un economista cubano para que “arregle la economía”. Ha cambiado
desde el momento en que leí esa noticia, todo mi plan vacacional, desde mañana
le busco escuela de natación a mi hija, comenzaré a bajar cartas náuticas del
internet, pediré a los amigos del extranjero que me manden algún aparato GPS
barato y usado, venderé alguna cosa para comprarme mi balsa colemán , por
que la vaina se pondrá peor y estoy
seguro que nadie hará nada tampoco, lo que hace falta nadie lo tiene y por
tener un bozal de petróleo los que lo tienen no lo prestan.
José
Ramón Briceño, 2014
@jbdiwancomeback
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