viernes, marzo 14, 2014

Venezuela, país de locos


En los ochentas hubo una película de bajo presupuesto, se llamaba “los dioses deben estar locos”, su trama daba vueltas alrededor de un indígena africano que mira como una botella, lanzada por un piloto aterriza en medio de la sabana y el indígena piensa que es un regalo de los dioses, desencadenando toda una cadena de eventos muy graciosos por lo absurdos, una suerte de encuentro entre la modernidad y la era de piedra en la que algunos viven aún.

Mirando las redes sociales y las publicaciones digitales no dejo de pensar en la fulana película, acá todo está de locos, vemos, vivimos y sentimos todo lo que el estado niega con vehemencia, he visto como motorizados civiles con estampa de boleta de captura colaboran hombro a hombro con sus naturales “enemigos”, las fuerzas de seguridad, quienes de paso son las primeras víctimas de los motorizados, estos a su vez se ofrecen en las horas libres como los infames Mototaxis, en vehículos de barata construcción y con la misma estampa que da más miedo que otra cosa. En este país nadie anda desprevenido, hoy vi cómo, mientras que alguien se montaba en un autobús con alguna historia trágica para que le regalen alguna limosna, una joven estudiante casi saltó por la ventana, tenía miedo, eso no se puede censurar, los asaltos en los autobuses son algo casi que cotidiano, mientras, en las calles los policías y guardias nacionales solo tienen ojos para los que protestan, muy de locos eso.

Igualmente sigue la cacería de cosas de comer, ya es casi un deporte adivinar adonde hay tal o cual producto, el ejercicio de voyeur de bolsas de supermercado ha tomado un auge inusitado en estos tiempos, antes solo se miraban las venezolanas que usualmente son bellas en extremo sin embargo en estos tiempos es más importante el contenido de su bolsa que el mirar su falda, cosas de la locura revolucionaria.

El estado ha ido reforzando su idea de que los barrios populares son territorio chavista, hay redes de información bastante nutridas, de soplones y vigilantes fanáticos que monitorean todos los movimientos de sus vecinos, por esa y otras razones es complicado ver representantes de esas barriadas en las manifestaciones, sin embargo. Ayer estuve en una de las marchas diarias, unos jovencitos, apenas saliendo de la adolescencia, todos portan barbas que los hacen ver mayores, sin embargo se les nota por encima la juventud, las muchachas igualmente jóvenes, son esa sonrisa difícil de encontrar en los mayores, unos cuantos apenas. Convocaron a una concentración en una urbanización de clase media del sur de mi ciudad, la gente, en su mayoría amas de casa, jubilados y algunos otros jóvenes activistas de la zona se dieron cita a la cinco de la tarde, luego de las arengas, los discursos y los vítores, uno de los estudiantes dirigentes, invitó a toda la concurrencia a una caminata por la zona, atravesaron una urbanización y tomaron camino a un barrio cercano, donde la pobreza se absorbe por los cincos sentidos, de esos donde la delincuencia han hecho nido.

El recorrido fue lento, pero curiosamente, esa zona considerada de alta densidad de oficialistas miraba desde las puertas, aceras y negocios la marcha de gente de oposición, en algún momento parecía estar en una película, en algunas partes daban vítores, en oros nos miraban como si de marcianos se tratase, solo unos pocos habitantes de esa zona hicieron comentarios de rabia como era de esperarse. Una mujer de apariencia humilde, pelo teñido de rubio y vestimenta acorde a la zona, gritaba destemplada que “Son puros ricos y los pobres estamos con Maduro” más algunas poco sutiles palabras dirigidas a la marcha, de una acera, una voz masculina amenazó a los marchantes con grupos violentos a la salida del barrio, de una casa un señor mayor gritó alguna sandez con acento oficialista. En líneas generales se sintió más estupor por parte de los vecinos de la barriada que otra cosa, no hubo la violencia esperada, pues debo confesar que hasta yo estaba asustado.

La violencia demostrada por todos los estratos bajos en la defensa de su mesias era proverbial, difícilmente podía uno cruzar esos espacios sin sentirse observado y hasta en algunos momentos amenazado, lo común es que quienes no pertenecen a esos espacios son tildados de “sifrinos” que es algo así como tildar de ricos descerebrados que solo andan pendientes de la moda, eso también es herencia directa del estamento político que así se asegura la fidelidad de ese estrato tan grande de la población, fueron ellos los que con su presencia masiva permitieron el retorno de Chavez aquel once de abril del 2002, pero que en esta ocasión parecen haber abandonado al heredero.

Minutos antes de terminar la marcha por el barrio, una familia que miraba con asombro desde su portal le reclamaba a una niña, con uniforme de liceísta que gritaba algo sobre Maduro, que se dejara de eso pues al no trabajar tampoco sabía lo duro que la pasaban todos, que la comida era todo un acto de magia y llegar a fin de mes un misterio divino, por supuesto la joven silenció sus gritos y desapareció en el interior de su vivienda mientras sus otros familiares seguían dando ánimos a la marcha, la cosa se puso más tensa a la salida, un grupo de motorizados estaban esperando a los marchantes para golpearlos, les exigían devolverse por donde vinieron, cosa complicada por lo estrecho de las calles, imagino que tenían otros cómplices adentro de la ciudadela que es ese barrio y allí cometer cualquier barbaridad, los muchachos que organizaban la marcha les dieron frente, llegaron más de treinta policías motorizados y hasta allí todo, sin embargo tanto los policías como los violentos a lomo de moto dejaron muy en claro que no tolerarían más marchas, sin embargo ya se hizo, se demostró que los barrios pobres no son ya territorio chavista.

Cosas de locos en este manicomio, por el momento los furiosos son pocos, mañana no sabemos, la locura es así, intempestiva, sin un patrón especifico, en algún momento los pacíficos se vuelven violentos y viceversa, ojalá solo pase lo contrario y no vaya a ser que termino en el mismo manicomio con la camisa de fuerza rojarojita hecha de fusiles, cantos, arengas y mucha pero mucha hambre.
José Ramón Briceño, 2014

@jbdiwancomeback

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