jueves, agosto 25, 2022

Como sobrevivir a un evento paranormal sin valentía ni miedo

 

La fortaleza física es una obligación cuando pasas de los cuarenta años, lo normal es que todos tengamos la ilusión de fortaleza, creemos que la edad no nos pasa factura, hasta que nos pasa, ya a las diez de la noche los adultos vamos buscando maneras de dormir, apagar las computadoras, los celulares y hasta el televisor que a esa hora es más efectivo que cualquier somnífero. Conozco señores de cuarenta cuyo día comienza a la cinco y media de la mañana y a las once aun andan dando vueltas por su casa haciendo las cosas que el día no les permite, desde que descubrí que a los cincuenta años solo debo exigirle a mi cuerpo lo indispensable por que los excesos dejan un estropicio muy incómodo para mí, muy poco alcohol, nada de borracheras pantagruélicas ni jornadas laborales extra largas, nada de darse a los maratones ni de sexo, eso de hacerse fiel seguidor de la religión del ketoprofeno nunca jamás será beneficioso.

Uno de mis defectos es la curiosidad, cada vez que me encuentro a uno de esos adultos envidiables que se lanzan jornadas agotadoras día tras día y para quienes los domingos son apenas una marca en el  calendario pues su idea de descanso incluye un viaje a la playa con tres niños +esposa+ colas+  incomodidad , solo por un “descanso”, cuando por lo general ese día soy casi un zombi que si acaso sale a hacer compras para enseguida caer en un letargo solo interrumpido por las necesidades del cuerpo, así que a todos les voy preguntando como hacen para sobrevivir medianamente intactos al desbarajuste de la vida contemporánea, las respuestas son variadas, desde la aceptación y con un “eso es lo que toca” se cierra la conversa, en otros casos acuden a ayudas externas, desde vitamina B pasando por Guaraná, drogas duras (los menos) hasta extensas sesiones de ejercicios matutinos para mantener el cuerpo a tono. Debo admitir que casi todas esas vueltas para extender la vida útil del día las conozco pero no las practico, ya basta de excesos y toca aunque sea darse el lujo del descanso que en vista de los estragos que causa la vida misma es algo necesario, de hecho hasta las pastillas para la ansiedad han desaparecido de mis rutinas diarias solo para no engancharme, de nuevo.

Durante casi dos años viví en una suerte de casa de vecindad, una quinta hermosa en una urbanización del este de Caracas donde compartía espacios con otra familia, en este caso padre madre e hijo adolescente que vivían en el piso de abajo, lo normal en esos casos, ellos abajo y nosotros arriba, como además tenemos costumbres gregarias tampoco es que hiciéramos mucha vida  común. La quinta es gigante, tiene casi cinco mil metros cuadrados de terreno, con muchas construcciones pues allí había funcionado un orfanato donde hasta hace pocos meses se atendían niños en condición de abandono, razón por la cual la mayoría de la edificación estaba clausurada para los habitantes ajenos a esas actividades. Como es normal también en estos tiempos de angustias existenciales, empleos precarios y economías ilógicamente frágiles, hay noches en las que el sueño tarda en llegar, en casi todas las oportunidades había jaleo en el piso de abajo, carreras, gritos, risas, golpes en las paredes y hasta el sonido de un balón de futbol (o lo que sea) contra la pared, todos sonidos atribuibles a la presencia de niños jugando, todos los que hemos sido padres sabemos cómo es eso de los hijos eléctricos jugando hasta media noche con padres que aprovechan la oportunidad para dedicar tiempo de calidad, así fue durante aproximadamente seis meses.

Un jueves por la tarde, mientras vuelvo del trabajo recibo una llamada de mi esposa, para el domingo debíamos encontrar otro alojamiento so pena de desalojo por la vía de la violencia, el inmueble había sido reclamado por el todo poderoso estado a quien poco le importa si está con la ley o no, para eso hay policías y funcionarios que obedecen sin chistar, por fortuna entre toda la histeria natural de una mudanza forzada, poco dinero y cero seguridades para alquilar ni tan siquiera un hueco bajo un puente, a pesar de todo conseguimos un mejor lugar, por muchas razones superior al alojamiento en el que vivía, aunque aún con detalles que ajustar es por mucho más de lo que esperábamos, pero volviendo a la historia.

Desde aquel jueves hasta el domingo vivimos entre la desesperación y el agotamiento, llamando rogando, recogiendo, embalando y pidiendo favores para poder mudarnos antes de la fecha del desalojo, que vergüenza ser botado a la calle, el domingo por la tarde, mientras esperaba el camión de la mudanza, en un paréntesis de la actividad compartimos un café con nuestros vecinos, ellos también andaban en lo suyo sacando todas sus cosas. Tal como dije más arriba, la familia de abajo estaba compuesta por madre , madre e hijo adolescente , estos señores además monitoreaban toda la actividad de la casa cámaras de seguridad mediante, así que por puro necio pregunté si nunca habían visto nada paranormal por las cámaras, la sorpresa fue que sí tenían relatos, nada espeluznante como para justificar una visita de los señores Warren pero si sorprendente dada la naturaleza de esas visiones, así hubo relatos de sombras que rondan cuartos desocupados , risas de niños en oficinas cerradas, juegos en un patio tan oscuro que era evidente que NO había nadie, hasta un episodio que había olvidado, una noche volvía de comprar pan junto con mi esposa y la vecina salió alarmada a preguntar por cual razón dejábamos entrar niños ajenos a la casa y dejarlos irse sin supervisión,, en el momento ni i esposa ni yo dijimos mucho, todo lo achacamos a la neurosis de la vecina quien además sufría del mal gusto por el chisme y la vigilancia, esa manía de control que algunos llevan incrustado en su ADN y que va acompañado por esa otra manía del “deber ser” , el coctel perfecto para que el chisme florezca, debido a eso no le pusimos atención.

Aquella tarde, sin embargo, ante la oportunidad de preguntar ya que jamás nos íbamos a volver a tropezar expuse la interrogante; ¿Cómo hacen ustedes para tener energía a media noche?, ¿Cómo una pareja de más de cuarenta aguantaba todo el tren del día y aun así jugaban hasta la madrugada?, la señora quedó con los  ojos en blanco para explicar que ellos a más tardar a las diez caían dormidos , quien más tardaba era el adolescente y para eso tenía redes sociales (e imagino que porno gratuito) por lo que salir a caminar por la casa era totalmente improcedente, ante la palidez de la señora no quedó más que volver a la carga a ver si por las cámaras de vigilancia algo habían visto.

Al parecer (y todo indica que así fue) había un fantasma, los reportes que afloraron aquella vez aseguraban que uno o varios niños fantasmales hacían vida junto con nosotros, nos contaron de niños que aparecían y desaparecían, risas en oficinas, sonidos de juegos que las cámaras no veían y ahora nuestro reporte sobre ruidos de media noche que achacábamos a los vecinos y que para más sorpresa ellos no escuchaban, claro, estaban dormidos mientras nosotros, inocentes rondábamos la casa sin mayor problema a media noche y hasta altas horas de la madrugada, casi todas las veces con las luces apagadas , para nosotros lo paranormal es un invento de la superchería natural del realismo mágico latinoamericano, por lo que los ruidos debían ser forzadamente hechos por los vecinos quienes hasta ese instante asumía primos de superman, eso de andar por ahí desde la seis de la mañana hasta las tres es cosa de locos, de hecho, los hacia sospechosos de ser adictos a alguna droga dura (los adultos al menos) para poder aguantar tal tren de actividad sin desmayar, es posible que suene a locura pero todos sabemos que este mundo está muy loco y el que menos  puja expulsa una lombriz.

Eso fue hace dos semanas, todavía nos reímos con la idea de haber sido acosados por un ente sobre natural sin que a nosotros nos diese miedo, ahora encontramos una explicación para las cosas desaparecidas, de repente se extraviaba una llave que aparecía bajo una cama a la que no nos habíamos acercado en toda la mañana, ropa que se traspapelaba y aparecía dentro de una caja, huellas de un gato inexistente que alguna vez limpiamos de una mesa , quizás hasta unos lamentos que grabé de madrugada y que achaqué a cualquiera de las casas de reposo que hay en la urbanización puedan ser producto del desespero del fantasma por ser escuchado y temido.

Al final pareciera que el mundo paranormal se mezcla con todo esto que creemos realidad, todo es cuestión de creer o no, quizás estemos rodeados de fantasmas que se ven tan normales que fácil pasan por vecinos cualquiera, ruidos de espíritus que achacamos a cualquier cosa, es una lástima que no pueda volver a esa casa para ver si puedo retratar a los fantasmas que pensaron en aterrorizarnos, quizás es que el mundo es más temible y por ello no tenía el efecto aterrorizante, en todo caso, fuimos asediados por un fantasma desesperado por ser temido y sin que nos diésemos cuenta lo desesperamos a él, triste por los nuevos inquilinos, espero con todo mi corazón que les halen los pies, sobre todo porque ese pobre ente debe retomar su autoestima, que triste es pensarse abominable sin que nadie te tenga miedo, casi una metáfora de mi vida.

José Ramón Briceño

25/08/2022