Se aproximan las fiestas navideñas, hace algunos años hubiese estado contento, hoy día, toca utilizar el sentido común para internalizar que la gente que está lejos realmente la pasa mejor que tú, entonces la lógica reza que debería estar alegre y celebrar, como solo se pueden festejar los afectos cercanos, si el asunto es complicado imagina a tus hijos viendo los juguetes por televisión porque no tendrás oportunidad de adquirirlos sin rematar un riñón o comprometer una cornea al menos para obtener el dinero que se necesita para equiparar a una navidad de hace diez años esta que se avecina. Aunque están lejos ya comer tres veces al día y tener esperanza es más que buen regalo, sin embargo el afecto es la cosa más egoísta que tenemos por lo que de igual manera, no importa cuántas excusas lógicas te inventes, la distancia no es precisamente un aspecto reconfortante.
También podemos jugar con la
certidumbre de la pandemia, así tuviese los fondos suficientes para afrontar
gastos en viajes no podría pues los controles son muchos, llegando incluso a
hacer imposible el traslado aéreo , por lo que en términos lógicos daría una
excusa plausible para pasar la página con eso de estar triste, pero tampoco
sirve, las esperanzas de usar la tecnología para conectarnos no lo hace menos,
además también es lógico que con la distancia las diferencias terminen siendo
tan marcadas que los temas de conversación languidecen.
En otras partes del mundo la
navidad no será más alegre tampoco, unos tienen deudos con la pandemia, otros
se quedaron solos, muchos están confinados por motivos sanitarios, en algunos
países sigue la guerra y en otros no tienen tan siquiera el consuelo de la
navidad , en fin, el hecho de que uno viva en Venezuela no nos otorga el
monopolio de la tristeza, pero acumula muchas más millas que las de un
confinado madrileño, bogotano o brasileño, ellos con todo el esfuerzo que eso
conlleva, tendrán muchas más oportunidades de estar al menos caliente y bien
alimentado el día de navidad, acá seguro muchos lo haremos , aunque debo
confesar que cada vez que como algo delicioso, me divierto con unos tragos o
cometo cualquier pecado placentero, siempre hay al fondo un dejo de culpa por
tantos que no pueden, incluyendo a gente muy querida que la está pasando mal,
sin embargo, otra vez la lógica, lo que sea que gaste no alcanzara para hacer
feliz a más de uno y como es así mejor que sea yo, que a fin de cuentas es
quien hace los malabares para ganar el dinero.
He terminado por acostumbrarme a
pensar que los días navideños son una suerte de feriado por costumbre, tal cual
semana santa que se “celebra” de cualquier manera menos yendo a misa, si acaso
compartiendo el pan y el vino, con la particularidad de que el vino bien puede
ser ron y el pan una parrilla de los más jugosa cualquier viernes santo, sobre
todo cuando se puede conjugar todo, saben, eso de novia, fiesta, comida y
licor rodeado de gente querida durante
los días en los que toda la cristiandad recuerda el sacrificio de Jesús , lo
que sucede es que la gente mal pensada creen que uno no lo recuerda, solo que
los tiempos cambian y el sentimiento muta, algo así ahora es mi navidad solo
que sin fiesta, cena ni regalos, si acaso unos tragos escuchando música para
luego dormir con el teléfono apagado para evitar algunas cadenas de WhatsApp
que a fuerza de buenos deseos te recuerdan que ya no haces más que
entristecerte el día que hasta hace mucho era de feliz connotación.
Bueno, hay quien dice que los
adultos superamos el asunto de la navidad al descubrir que Papa Noel (Santa o
el niño Jesús) son en realidad tus padres, la verdad es que el día de navidad
recibir regalos es una maravilla, darlos y ver las caras de felicidad por el
detalle, es quizás la esencia pura del
asunto navideño, mirar las caras de los hijos cuando destapan sus regalos,
saber que era lo que ellos querían y mirarlos disfrutarlo, es la cosa más
estimulante del mundo, todos los padres lo sabemos, aunque se parece mucho a
cuando regalas a otras personas, no hay mayor regalo que las risas de los hijos
cuando abren los regalos el día de navidad. Muchos hoy no solo no tienen
regalos, tampoco a quien regalar, los peores son aquellos que aun queriendo
hacerlo no pueden por aquello de la distancia, hermanos desperdigados, sobrinos
virtuales, padres solos al otro lado del mundo, hijos creciendo sin alguno de
sus padres aunque en muchos casos
ninguno de los dos esté, quizás no por no querer, es que se han ido lejos para
poder mantener a quienes se quedan acá.
Esta navidad muchos tendremos
sillas vacías, algunos hasta eliminaran mesas de comedor solo para no pasar el
mal trago de cenar sin más compañía que el móvil o la computadora, habrán
familias sin regalos, niños sin cena, familias aisladas , hijos solos al otro
lado del mundo y como si fuese poco el pánico del coronavirus no habrá pasado
por lo que es posible que ni aun viviendo en el mismo país puedas viajar a ver
a tu familia, hay gentes que se fueron de vacaciones y hoy son indigentes
accidentales de una cuarentena global, hay quienes han gastado todo su dinero y
ahora debido a las restricciones igual no pueden volver pues no tienen como
sufragar los gastos. Es posible que esta navidad sea la más triste de nuestra
historia contemporánea a nivel global, demasiada pobreza ha traído el fulano
virus, pero además en mi país, cada día hay más hogares donde la riqueza no se
mide por sus lujos si no por la cantidad de comida que tengan en sus neveras,
cuando un pollo vale varias veces lo que gana un obrero al mes no tiene mucho
futuro pensar en que habrán regalos, como se ve el futuro muchas familias si
acaso tendrán buenos deseos, la esperanza va en retirada y la tristeza una
constante.
Creo que el mejor regalo de
navidad que puedo desear a todos es que al menos tengan a quien regalar aunque
sea un abrazo, que la cena sea opípara y la resaca leve, que la fiesta sea
intensa y las lágrimas pocas.
José Ramón Briceño
14/11/2020