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martes, abril 26, 2016

Despedidas



No me gustan las despedidas, me desmoralizan cada vez toca pasar por algún trance de ese tipo, cada vez que puedo las evito, en algunos casos la gente no entendió que no estaba molesto con ellos, que la verdad es que las despedidas me dejan un amargo en el paladar que tarda años en quitarse, que la nostalgia me ataca y que al final lo peor es no saber si quien se despide soy yo o son los que se van quienes me dicen adiós, hace que me sienta como quien lo hace al borde de una fosa cuando un ser querido se muere, uno está al fondo sintiendo cada adiós como la palada de tierra que sepulta al féretro.
 
Quizás suene exagerado , alguien dirá alguna vaina sobre las redes sociales (por favor no lo haga, evítenme el mal trago de la obligación de ser grosero) el internet, la comunicación automática gracias a las aplicaciones que  facilitan eso de la cercanía así estés al otro lado del mundo, en algún momento se encontraran por Facebook, se mandaran foticos bonitas  por tuiter, Instagram , algún video por snapchat y hasta extensas cartas (al principio) vía email que luego se irán diluyendo mientras el viajero se adapta a su nueva condición y país, jamás será lo mismo del trago los sábados una vez por mes, la llamada para cuadrar, el encuentro casual que se agradece y hasta compartir el escape de las mujeres para emborracharnos como adolecentes y solo muy ebrios reírnos de la ocurrencia a pesar de la maledicencia femenina, los rituales, la familia, los amigos, en fin todo aquello que se pierde con la distancia.

Al final los muertos nos quedamos y los vivos se van, ¿Por qué la analogía con la muerte?, simple, imagínense haber muerto y poder conectarse con sus amigos vía Facebook o cualquier red social, unas nutridísimas conversas, intercambio de fotos, habrá quienes tuiteen o monten en  su muro hasta las veces que vayan al baño (en la tierra) o paseen por las puertas del purgatorio, que se yo lo que se haga cuando estás muerto, se intercambian promesas de visitas vacacionales, se analizan posibilidades de viajar pero el 99% jamás se logran, ¿la razón?  muchos no pueden, no hay pasajes, no hay dólares, no hay donde llegar y los amigos o familiares tampoco quieren tener un espanto acunado en el sofá, igual te vuelves un fantasma más que solo se puede comunicar vía internet pues ya no servicio de llamadas internacionales hay en este purgatorio tropical.

No sé , yo me siento así, además me han tocado ya tantas despedidas que me es muy difícil volver a encarar la posibilidad de hacer otra, cada vez que me invitan a un almuerzo, una cena, un “festejo” para despedir a alguien que se va me siento como si estuviese a las puertas de una cita con aquel desgraciado dentista sádico al que me llevaban cuando era niño, algo ineludiblemente doloroso que dejará huellas por un rato, en algunos casos ha habido despedidas que me han dejado imposibilitado por meses detonando profundas depresiones , lo peor es que todavía falta seguirme despidiendo de gente querida y hasta de mi hija. No importa cuántos argumentos válidos en torno a toda gama de posibilidades hablen, de lo bien que le va a ir, de las ventajas que tiene no seguir viviendo en este moridero, de que allá no hay escasez, ni control de cambio ni malos sueldos para los profesionales y si ella (mi hija) se queda quizás termine de puta muy educada como las cubanas socialistas, no importa igual me mata la idea aunque no tengo ninguna otra opción que dejarla ir.

Un buen amigo a quien no le salí con una grosería pues me consta que lo hace de muy buena fe, envió un mensaje a mi teléfono que tenía un cumulo de recomendaciones para evitar el estrés que conlleva a la depresión, entre las muchas cosas interesantes habían una serie de  ítems imposibles de llevar, como aquel de no pensar en la ´política y procurar que nuestra mente esté ocupada en cosas provechosas a fin de que la frustración no nos alcance y terminemos de pacientes de los mismos tipos que ya no saben qué hacer pues NO HAY con que medicar a nadie, ahora me encantaría que alguien me contase como no seguir puteando al gobierno que nos tienen así, cuando hasta los asuntos más sencillos como lo es este de los afectos se desmorona porque una manga de imbéciles decidió hace unos años que la democracias era mejor hacerla cleptocracia, que no tener comida se le llama dignidad y que un mal sueldo ha de ser el estándar , para transformar este otrora país de oportunidades en un purgatorio donde pagar las culpas de alguna vida pasada donde al parecer morir y vivir se parecen mucho, sobre todo cuando te despides de quien quieres porque sabes que nunca más lo volverás a ver si no encuentras la manera de escapar tú también, de resto te conviertes en un espanto más que deambula esperando pasar al fin a otro plano donde por lo menos no pasaras hambre, total ya te has acostumbrado a la idea de las despedidas definitivas que son la parte más dura de estar muerto.
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José Ramón Briceño, 2016
@jbdiwancomeback
 
Foto: Luis Brito (QEPD)


viernes, abril 22, 2016

Metamorfosis en el siglo XXI



Es interesante pensar en la niñez, siempre hace bastante gracia recordar los tiempos en que éramos irresponsablemente felices  a pesar de la madre quien debe inculcar que la vida es un asunto serio y que debemos tener límites, primera cosa malvada, enseñarnos que la vida debe ser un asunto serio, si nos inculcasen que la vida debe ser entretenida de seguro habría menos gente frustrada que tiene empleos espantosos pues es lo que hay, las cuentas no saben de alegría y los cobradores tampoco.
 
Aunque suene escandaloso, yo crecí a cargo de gente irresponsable, mi padre me dejaba solo a la orilla del mar en una playa alejada por todo el día mientras él andaba de farra o de pesca que en todo caso era igual de feliz en cualquiera de las cosas que hiciera en su bote. Tuve cien varios accidentes que casi  me mataron, otros menores pero siempre con fracturas, boletas de citación en a la escuela y hasta un odio visceral al liceo causó esta crianza que me dieron, lo peor de todo es que nadie vigilaba lo que leía o veía, al final cualquier cosa era mejor a verme aburrido no fuese a inventar creer que la capa de mi disfraz de Superman de verdad me haría volar y terminase polifracturado con el agravante de terminar con el sacrosanto jardín de la abuela.

 Entre esas cosas que debieron haber vigilado era lo que leía a los nueve años, a esa edad recuerdo haber leído las primeras páginas de “La metamorfosis” de Kafka , imagino que eran de algunos tíos de tendencias socialistas y estudiantes de medicina, fueron varias noches de pesadilla pensando en el pobre hombre que se convierte en insecto, eso para mi imaginación sobre estimulada era una angustia, hasta que imagine que el tal se convertía en un monstruo japonés , aquellas series de Ultraman o Ultra7 donde tanto a monstruos como a héroes se les notaban las costuras del disfraz, hasta ese momento me dio lastima el tal Gregorio Samsa.

Otra cosa fue aquel libro de Bulgakov (hoy sé su nombre pues lo he vuelto a leer) que tenía unos personajes raros de gatos que hablan y viejos enamorados a la moda Rusa de la tragedia, no lo entendí del todo hasta adulto pero me parecía mágico y tétrico a la vez todo aquello de “El maestro y Margarita” aunque ahora de adulto me parezca una analogía excesivamente evidente de Fausto. Recuerdo esas dos novelas que aun a tantos años de distancia todavía forman parte de mis referentes imaginativos.

Lo del insecto es porque por alguna razón asocié la situación de transformarse en bicho como algo relativo a lo más terrorífico que pueda pasarle a un individuo, la esclavitud, el hambre y la desesperación que hacen que alguien se sienta tan poca cosa, como una cucaracha, cada vez que me sentía avergonzado o impotente ante cualquier situación pensaba que Gregorio Samsa debió estar muy mal para terminar siendo eso, de adulto y universitario reuní valor y lo leí con ojos de profesor entendí que estaba muy cercana a la realidad mi apreciación infantil.

Debo admitir que aunque no le tengo miedo a las cucarachas , las detesto, me dan un asco difícil de disimular , de hecho me propongo exterminarlas absolutamente de cualquier sitio en las casas en las que he vivido, eso para que entiendan cuan detestable es esa posibilidad de pensar en terminar parecido a eso, es terrible.

Lo de Kafka me vino a la mente luego de leer una crónica que hablaba sobre un hospital psiquiátrico, bastante interesante, uno de los relatos que el cronista narraba fue sobre un muchacho que intentó suicidarse bañándose con insecticida luego de pelear con su madre, despues de reírme de la ocurrencia de ese pobre hombre imaginé lo terrible de los insultos maternos para que el pobre muchacho terminase creyéndose tan poca cosa y se bañó en insecticida al sentirse tan insignificante como las cucarachas que tan alegremente prometen matar los publicistas desde los comerciales en televisión (por cable claro).

Luego de pensar largamente sobre el asunto, sonó mi celular con una de esas múltiples aplicaciones que te avisan los tuits, las “me gusta” de Facebook o un email, revisé todos pero me detuve a leer los tuits en mi TL, cada cosa más espantosa, los mensajitos cursis, las peticiones de medicinas, intercambios de comida, anuncios apocalípticos de apagones y hambrunas, políticos diciendo babosadas, gente vendiendo apartamentos en Miami o Panamá, los llantos de la gente  por la muerte de Prince, muertes, balas, reportes de porque Ricky Martin tiene novio, de fulana o zutana que están buenísimas y un sinfín de tonterías o cosas serias poco estimulantes.

De pronto me he dado cuenta que mis vecinos están fumigando su casa con insecticida, huele a Pino pero debajo de ese aroma se siente, débilmente un halo de veneno que sin ser mucho, repugna, produce arcadas acompañadas un leve mareo, lástima que mi tamaño impida esconderme en las fisuras de la pared, a pesar del clima húmedo y frio de esta casa encenderé el ventilador y abriré las ventanas, es mejor un resfrío que terminar agonizando por el insecticida de los vecinos, mejor pensaré en montones de azúcar para comer como desayuno y soñaré con gastar parte de mi sueldo docente en una lata grande de leche condensada para la cena, he sentido de repente una necesidad inmensa de comer dulces, cosa que rara vez hago .
José Ramón Briceño, 2016
@jbdiwancomeback
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martes, abril 19, 2016

Cuando toqué el “Muro de Berlin”

Las historias propias mutan cada vez que se recrean. A finales de los años ochenta me hice amigo de una familia,  cuyos hermanos fueron compañeros de farra, unas muy normales, algunas épicas, pero en fin, por aquellos años, una tarde de sábado en la que imagino no teníamos nada interesante que hacer, me mostraron un trozo de piedra que venía con un certificado pegado a una esquina, aseguraba que era un trozo del infame “Muro de Berlín”.

Para mí fue el evento de ese año, había tocado un pedazo de esa pared sin haber salido jamás de mi país. Al preguntar como obtuvieron eso (no había e-bay en aquellos años) me contaron que su papá fue activista político para algún partido de filiación comunista, para esa época trabajaba como diputado del extinto Congreso Nacional, en fin, ha de haber sido un cuadro político de los ideológicamente más firmes, trabajó como médico en Nicaragua para el gobierno sandinista , cuando joven agitaba los montes desde el Moján hasta la orilla misma del “Lago de Maracaibo”, quien sabe que más hizo por la causa de la revolución.

Cuestiones aparte haber sido amigo de esa familia me fue quitando el halo que le otorga el poder a los políticos, para desmitificarlos y saber que son humanes comunes y silvestres, aunque en su mayoría tienen éxito gracias a la mala fe de su accionar, pero ese es otro asunto, perderle el miedo al poder (más no el respeto en algunos casos), hubo ocasiones en que compartimos trago y conversa con algunos de los altos jerarcas del partido socialista del momento, gente que luego fueron gobernadores, alcaldes, decanos, profesores universitarios sin la pompa que ahora se dan (los políticos), no había escoltas ni policías, mucho menos extrema vigilancia en los alrededores, ni siquiera excesos con licores o lujos, de hecho era una casa muy clase media sin mayores lujos a pesar de que el señor se codeaba con el alto gobierno, no como ahora que aparte de parecer un cuartel las reuniones de muchos, son una competencia de egos transformados en licor y lujos, por algún tiempo , nos topábamos con toda una fauna a la que no tenía acceso más que en contadísimas ocasiones forzado por compromisos familiares que por lo general son bastante rígidos y de otra naturaleza.

En aquel tiempo para mí la novedad era la fulana piedra, veía los documentales y entre una y otra cosa terminé leyendo los relatos de la época soviética donde se colaban relatos igual de espantosos de la vida en la República Democrática Alemana, las barbaridades, la locura de los dirigentes hasta la idiotez de las masas que a pesar de casi morir de hambre todavía mostraban  cierta devoción al partido, no podía entender como los militares o alguien nunca puso coto a la situación de los pobres seres que vivían bajo ese régimen de hambre, muertos, pobreza y militares , donde los niños eran aleccionados para que delatasen a sus padres, todos eran sospechosos del pecado original de no creer y protestar.

Hoy a más de veintitantos años de aquella época, me he despertado recordando la fulana piedra, por más que lo pienso no encuentro el recuerdo del origen del guijarro histórico, quien se las había mandado, si la compraron, si fue algún ex empleado del señor que en esos años trabajaba en alguna embajada, algún colega que estaba por allá en el momento del suceso , una amante o algún compañero de los tiempos del partido, quizás algún condiscípulo que estuvo en el mismo campamento de ideologización del PCV que los mandaba a la Patricio Lumumba a beber vodka y corretear catiras .

Por estos tiempos en que todo aquello que aquejaba a los comunistas de todo el mundo, de hecho, lo mismo que el último bastión de la salvajada política “Cuba”, ahora que no tengo nada y el sueldo no me da (literalmente para comer) que el miedo está en las calles, que ser opositor es una blasfemia dentro del estado, que un par de zapatos es un lujo gigante, que la comida escasea, sin medicinas, papel higiénico y hasta cordura, tal como cuentan miles de historias que pasaba en Alemania hasta  que cae el “Muro de Berlín”, quiero creer que se la mandó un compañero de algún campamento de ideologización que terminó viviendo allá.

El hombre a quien llamaremos Luis, se enamoró de una Walkiria rubia de ojos azules que se deslumbró con un latino con ganas de marcha (como corresponde a cualquier caribe de 21 años),  el partido le dio el empleo de médico de emergencias con el compromiso de beca para posgrado, dacha en algún suburbio de Berlín y el orgullo de formar parte del glorioso partido comunista ayudando a su país a ser la más grande patria de las Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Ambos galenos habían perdido todo contacto hasta que el doctor , padre de mis amigos, comenzó a figurar en la prensa y hasta a Berlín fue a dictar una conferencia sobre medicina tropical, lo que sirvió para que los amigos se reencontraran, se volvieron a emborrachar, se fueron de fiesta y al volver, el doctor llegó con menos ropa de la que se llevó, incluidos desodorantes, colonia, afeitadoras y un par de cosas que siempre tenía por partida doble pues es un hombre muy celoso de su aseo personal.
Unos años después aún se seguían escribiendo, el doctor para practicar su alemán y el venezolano en Alemania para idear alguna manera de hacerle saber a su amigo que se quería devolver a Venezuela con urgencia pues el hambre y el frio estaban matando a la familia, a lo que el doctor, hábilmente como buen político jamás se dio por enterado.

Al caer el muro su amigo le envió la piedra por correo expreso como un gran regalo, iba envuelto en una caja blanca con ribetes dorados , descansando en na almohadilla blanca y sobre esta, más bien en la tapa de la caja pero del lado de adentro un certificado de autenticidad expedido por el museo de Berlín cuyo lujo es difícil para un falsificador, la carta adjunta era un rosario de bendiciones para la familia y que pronto vendría hasta Maracaibo a visitar a la familia , pidiéndole al doctor que se encontrasen para recordar viejos tiempos.

Ahora para más especulación, quiero creer que toda la alegría de la carta, la pompa del regalo, lo laudatorio del discurso escrito y lo espectacular que además era un pedazo de historia , todo eso era para que el doctor, amante del comunismo y cómplice de toda aquella barbaridad que vivió pues negándose a ayudar al amigo en desgracia para no caer en mala cosa con los jefes, lo hizo coparticipe directo de la tragedia de vida que llevaba el pobre hombre en Alemania, todo eso era una vedada manera de burlarse del doctor ´pidiéndole subliminalmente que lo usara como remedio para curar su manía comunista (el paciente escogería su uso si se lo tragaba o lo utilizaba como ayuda para el estreñimiento que quizás le taponeaba las neuronas) y que además, seguro lo pondría a la vista de todos para vanagloriarse sin saber que muestra un insulto anti-comunista y no un pedazo de historia contemporánea.
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José Ramón Briceño, 2016

@jbdiwancomeback